Cartas a Nacho

Principios

Pasear por las calles de Cádiz es recibir una bocanada de tolerancia, de abrir mil interrogantes y comprobar la mucha importancia que le damos a la urgencia...

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Cádiz es principio y fin. Y tenemos un río que nos comunica con ella. Aguas milenarias donde se han disuelto batallas, floreció el comercio. Aguas que han sido puertas abiertas al conocimiento, a resolver enigmas, a borrar fantasmas que sólo trasmitían necedad y oscuridad. Y que gracias a ello, nos hizo grandes. Pero era Cádiz la que primero lo veía,  y lo sentía y la que con gran astucia se impregnó.

Pasear por las calles de Cádiz es recibir una bocanada de tolerancia, de abrir mil interrogantes y comprobar la mucha importancia que le damos a la urgencia y lo poco a lo importante. Una pared en Cádiz es una lección de historia. Una estantería repleta de libros. Una biblioteca labrada a base de poner en alerta los sentidos. De comprender que sin el otro, nosotros tampoco somos.

Aquí redactamos mil y un manifiestos compuestos de palabras altisonantes que aburren y de poco sirven. No emocionan y poca comunicación puede haber sin el ingrediente humano. Creemos que cuánto más nos estiremos más podremos ver. Ser más. En Cádiz comprendieron hace mucho que el protagonista sólo es un títere a merced del tramoyista. Que nada es perdurable, que la razón de hoy dura lo que una noticia en un papel de periódico y todos sabemos que la gran exclusiva de hoy, envolverá el pescado de mañana. El Poniente no es un viento, es la defensa de los gaditanos a la incuestionable inmovilidad de la tradición y de lo razonable.  No hay nada más sabio que saber recomponerse todos los días. Y que la primera pregunta que te hagas al despertarte cada mañana sea por el dios al que tienes que rezarle hoy.

Sin mostrarles concienzudos tratados históricos. Sin mirar árboles genealógicos que prueban el daño que puede provocar deshacer la mezcla. Lo erróneo de la pureza. El absurdo de la frontera, además en una tierra que aunque la quisieron de frontera nunca lo fue. Nunca lo consiguieron. Sólo Cádiz puede demostrar a unos amigos catalanes lo mucho que se les quiere. Un par de minutos de un cuplé, de un tanguillo, de una pegadiza música que acompaña a un texto sencillo pero cantado con el corazón, Cádiz lo hace más efectivo que un destacamento de policías. Que un circo decorado como un “Parlament”.

Puedo dar fe de un espontáneo salto de la butaca de un teatro al escuchar, sentir, un amigo de Tarragona, la letra de ese tanguillo de compromiso con los catalanes. De un abrazo sincero de gratitud. De comprender que los lazos del cariño son indisolubles. Sólo Cádiz sabe hacerlo. Cádiz es principio y fin. 

 

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