Cartas a Nacho

Navidad

Decorar sin molestar. Luz tenue en estos tiempos tenues. Todo políticamente correcto...

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Sólo por un simple principio toda luz produce una sombra. Son leyes irrefutables de la física. Tenemos, desde hace unos días, las calles de nuestras ciudades iluminadas con miles de bombillas decorando la Navidad. Primero fue con velas en Alemania, cuando en el siglo XVIII se iluminaban los árboles particulares, y desde principios del pasado siglo, con electricidad, los edificios públicos y las calles.

De aquellas bombillas incandescentes se pasó a las eléctricas y ahora son lámparas “led” las que se instalan. Ahorrar consumo, protección al medio ambiente, rebajar la contaminación lumínica. Iluminar pero menos. Decorar sin molestar. Luz tenue en estos tiempos tenues. Todo políticamente correcto. A medias. Sin pronunciarnos para no herir. De esta forma la sombra provocada, también lo será. Sombra pero menos. O eso pensamos, claro.

Reconozco que no soy de este bullicio de invierno. Prefiero el de verano, en el que paradójicamente puedes estar solo. Ahora se acercan días aparentemente felices. Compañeros, amigos y familiares que nos acompañarán por este tránsito de apariencia. Hemos conseguido que la sombra del ciprés no sea tan alargada y la que queda, la edulcoraremos con colores pasteles. Somos un mundo feliz. Al fin y al cabo sabemos que los Reyes Magos existen y que todos tendremos al final nuestro regalo. El premio merecido o el que creemos que  nos hemos ganado.

La iluminación de la decoración de las calles en los cincuenta y sesenta era con lámparas incandescentes y la luz que provocaban descubría un escenario más brusco, sin matices. Sin grises. Claroscuro barroco en un tiempo de necesidades minimalistas. La sombra era más profunda, más hiriente. Más pura y verdadera. Sólo la niebla que salía de las chimeneas de las tostadoras de castañas de los puestos callejeros podían amortiguarlas. Esa era su magia.

El turrón “light” y los polvorones sin azúcar. Los coros de campanilleros sustituyeron el “aporreo” de la botella de anís. La alta graduación del licor origina problemas y sus cantos acrecientan la contaminación acústica. Los escaparates de nuestras tiendas aparecerán rebosantes de productos tecnológicos, de exquisiteces culinarias y juguetes futuristas. Algunas de nuestras mesas harán un esfuerzo por contener algunos de esos manjares que difícilmente podremos pagar y en otras vecinas ni siquiera se planteará la opción. Pero es momento de olvidarnos, de dejarnos llevar, de estar en paz.

En este tiempo feliz tenemos más bombillas, y menos luz. 

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