Cartas a Nacho

Abades

Los juegos infantiles pueden adaptarse y convertirse en aprendizaje...

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Si tienes un sueño, nadie ni nada te impedirá cumplirlo. Sólo tienes que trabajar duro por él y el tiempo, el esfuerzo te dará la razón. Las metas las fijas tú. Tampoco tienen que ser objetivos estáticos. Los puedes cambiar. Modificarlos hasta que coincidan con tus expectativas. Lo importante es que consigas materializar lo que pensaste.

Los juegos infantiles pueden adaptarse y convertirse en aprendizaje. De esta forma un autobús lleno de turistas y viajeros que llega a diario hasta tu restaurante de carretera, por ejemplo, se transforma en naves mágicas llenos de seres de lugares lejanos y tú tienes que atenderlos y hacer que se sientan como en casa. ¿Puede esto superar a algún otro juego? En esto se entretenían hace muchos años un grupo de hermanos en el Poniente Granadino.

Un cuarto de siglo atrás y al sueño se le presenta una oportunidad. El juego es ahora una dura labor. La meta es más alta, más que cinco magnolios. Aunque su sombra, con el tiempo, cobijará a los viajeros de toda Andalucía. A gentes del norte, a visitantes del este y del oeste. A los siempre desheredados del sur.

Todos ellos siempre tendrán un lugar de reposo, un espacio para el encuentro en este sueño que se va haciendo maduro. Ahora que tanto se habla de tolerancia, de respeto al otro y tú ya lo habías visualizado. Ya lo practicabas.

Es tu sangre, tu vida, la que pones al servicio de esa ilusión. Esa es la receta. La que hace que, aunque a veces quiera transformarse en pesadilla, al final venza la utopía. 

Después de 25 años, el sueño es más sueño que nunca. Ya no es sólo tuyo. Has sabido contagiarlo. Son muchos los compañeros de viaje. Todos queriendo participar en él. Incluso cuando ya no tienen por qué y su motivo debía ser otro en la vida.

El lugar de la parada de aquellas naves intergalácticas de la infancia creció y son hoy una red de áreas de servicio, de hoteles, de restaurantes, de lugares donde se viven a diario gratas experiencias en convivencia con los otros. Una realidad puntera que trabaja por dar lo mejor de los andaluces a los que nos visitan. Hospitalarios y solidarios. Una industria preparada para extenderse por otros lares y zanjar falsos mitos de esta tierra sabia y vieja. Hoy el sueño es un atardecer en Ronda. Un amanecer en Granada. Una brisa refrescante a la orilla del Guadalquivir en Sevilla. Y sobre todo una sonrisa en cualquier camino de Andalucía.

A aquellos hermanos del Poniente Granadino. A las 1.200 personas que cada día se levantan con aquel sueño heredado. A Abades, por sus 25 años.

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