Cartas a Nacho

Pregunta

Y el dolor no encuentra consuelo porque no tiene respuesta...

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La lógica de la vida nos prepara para que los hijos entierren a sus padres. Por eso es tan dramático cuando esta secuencia se invierte. ¿Por qué?, se preguntan los padres. Y todos, ninguno de nosotros, sabemos responder. No es lo esperado. Y el dolor no encuentra consuelo porque no tiene respuesta. La conformidad viene dada, de alguna forma, por la suerte, la mala; por el hecho fortuito. Por una sucesión de circunstancias en las que nada hemos tenido que ver.

El pasado sábado murió el bebé presuntamente maltratado por sus padres y que se encontraba ingresado en un hospital de Sevilla. ¿Cómo? ¿Quiénes? ¿Dónde? Nos preguntamos. Y la respuesta nos lleva a las conclusiones. Pero ese es el error, no son esas las preguntas. La que corresponde es otra, la que nos tendríamos que plantear es ¿por qué? Como suele ocurrir, la más importante y la que menos nos hacemos. Probablemente, es la que exige más esfuerzo. Posiblemente, al conocer las conclusiones a la que nos puede llevar, es la que no nos conviene esbozar. Como con otras cuestiones, tampoco nos la hemos formulado en esta ocasión. En el mejor de los casos, hemos simplemente callado y mirado hacia otro lado.

Jóvenes, aún niños; 19 años el padre y 18 años la madre. “Ocupas” como única opción de vida en un barrio de la ciudad y antecedentes penales. Demasiados descriptivos los medios de comunicación al puntualizar que el padre es de origen colombiano. En ese terreno iba a jugar el pequeño. Esas eran las credenciales que para su existencia, la sociedad, la nuestra, le ofrecía al bebé.

El informe de Cáritas que se publicaba la pasada semana coincidiendo con la tragedia que se vivía en el hospital de Sevilla nos desvelaba que de los cuatro barrios más pobres de España, tres se encuentran en nuestra ciudad. ¿Cuántos vecinos estarán viviendo situaciones que no serán tan extremas pero sí parecidas? ¿Cómo vivirán? ¿Quiénes serán? Y sobre todo ¿por qué?

Prematuro fue el nacimiento del bebé; pesó tan sólo un kilo y medio. También prematura la paternidad. La vida vivida rápidamente, como la muerte, no lleva a tener un bonito cadáver. Tampoco una historia llena de “glamour”. Caerá el peso de la Ley sobre ellos con toda justicia, pero ¿y nosotros?

No ha sido el bebé ya hecho hombre el que ha enterrado a sus padres. Tampoco, debido a una enfermedad o a un accidente o a la mala jugada que a veces te hace la vida, han sido los padres los que han enterrado al hijo. ¿Cómo es entonces, el dolor? ¿Cuánto? Y sobre todo ¿por qué?

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