Cartas a Nacho

Rectificación

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Se cumplen mañana 765 años de la muerte en Sevilla del rey Fernando III el Santo. Patrón de la ciudad y fiesta local, al menos este año. Los sevillanos, probablemente en un gran número,  aprovecharán el día para escapar a la playa que más cerca les pille. La Sevilla institucional se dará cita en el teatro Lope de Vega y asistirá a la entrega de medallas de la ciudad, un acto que ya es tradicional.

Artistas, empresarios, entidades que realizan importantes obras sociales, deportistas y conciudadanos que se han distinguido en su trayectoria por trabajar para conseguir una ciudad y un mundo mejor recibirán estos reconocimientos y galardones.

Permítanme que me una a ustedes en la felicitación a todos ellos y no destaque a ninguno por su nombre. Todos, sin duda, merecen el reconocimiento. Sólo me voy a fijar en el que se le va a otorgar a título póstumo a Jacinto Pellón, consejero delegado de la Expo 92. Eso era lo que ponía su tarjeta oficial.

En Sevilla se le llamaba “el albañil”. Un cuarto de siglo después de que el Ayuntamiento le declarara persona no grata, en este año de conmemoraciones se reconoce la labor de este ingeniero al que se le pusieron todas las trabas que nos podamos imaginar para que el proyecto de la Exposición Universal naufragara.

Ingeniero cántabro, Pellón no cayó bien al todo poderoso “establishment” local. Nunca se integró, ni le integraron, en la ciudad y sin embargo gracias a él Sevilla superó con éxito el reto de la Expo 92. Un proyecto con muchas interrogantes abiertas en el momento en el que Pellón llegó. Una región y su capital dotada de las mejores infraestructuras de la época que la comunicaban con el norte. Y no sólo con el norte de España.

25 años después de todo aquello, de las denuncias falsas, de las persecuciones mediáticas, Sevilla le reconocerá mañana su trabajo y dedicación para con nosotros. Podemos consolarnos con que, aunque tarde, al menos llega. En otros casos ni siquiera hemos perdonado la presunta ofensa y el ofensor permanece en el limbo eterno de los desheredados por Sevilla.

La percha mediática de aniversario de la Expo era nuestra última oportunidad. Comprobar  si de verdad queríamos perdonarnos el desprecio y la ingratitud a Pellón. Rectificar es de sabios, y en esta ocasión lo haremos. Mañana, cuando se recoja a título póstumo la medalla, probablemente nos sentiremos más aliviados. Pero también con un cierto sabor agridulce de haber esperado demasiado tiempo. ¿Qué ha pasado para que el error no se hubiese rectificado antes?

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