Cartas a Nacho

Aislados

Siempre utilizan la misma excusa. El mismo argumento. Uno que habla de protegernos. De auto defendernos. Los otros, los malos, se quedan fuera...

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

Siempre utilizan la misma excusa. El mismo argumento. Uno que habla de protegernos. De auto defendernos. Los otros, los malos, se quedan fuera y nosotros los buenos, dentro. Viejo, pero el discurso sigue funcionando.

En 1982, el británico Alan Parker dirigió la película “The Wall” (El muro). El film, basado en el disco homónimo de Pink Floyd, describe en un formato metafórico la dura y severa educación que recibió el protagonista en su infancia y cómo va creando un muro a su alrededor. Los abrazos de una madre sobreprotectora hacen que, al final, el hijo acabe ahogándose.

La historia está llena de líderes nacionales que, al igual que en la película, actúan como padres y madres que enarbolan un discurso y peor aún, un programa de acciones que tienen como objetivo nuestra tranquilidad y bienestar. El método que escogen es la de levantar o crear muros que nos defiendan del perverso exterior.

Cambia el sujeto, el enemigo, pero nunca el fin que supuestamente persigue ese rival: la ruina económica, la seguridad física, nuestras tradiciones. Ese es el objetivo a alcanzar por el otro, por el externo. Es lógico que nosotros, llenos de verdad y pureza, queramos preservar lo que es nuestro. Somos el pueblo elegido.

En los últimos decenios parecía que la construcción de muros se había detenido y que los que existían estaban en vías de extinción. El más mediático, el de Berlín; pero en otros lugares del mundo otras barreras empezaban a cuestionarse y a relajar su vigilancia. El siglo XXI se vislumbraba como  el del fin de la Historia, según Francis Fukuyama.

Sin embargo, mientras que caían en aquel trágico mes de septiembre las Torres Gemelas de Nueva York, todos intuíamos que nuevos muros se iban a levantar. Y así ha sido. Primero sutilmente, pidiéndonos que sacrificáramos un poco de nuestra libertad para asegurarnos la esperanza. Casi inmediatamente surgió el nuevo enemigo, el árabe. Políticamente no es correcto  decir que todos son iguales, pero han conseguido que sospechemos de todos ellos. Luego vinieron los inmigrantes y los refugiados. Ahora, los mejicanos.

Nos han construido un muro para nuestra seguridad. Uno que nos ha aislado del exterior. Nos han cortado la comunicación con el otro. Ya no sabemos cómo piensa. Sólo conocemos las ideas y los fundamentos de los constructores de nuestro muro. Esa es la única información que recibimos y nos llega alabándonos. Acariciando nuestros sentidos. De lo único que nos tenemos que preocupar es del próximo enemigo. Y de que siga siendo externo, claro.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN