Cartas a Nacho

Bauman

En esta “modernidad líquida” la comunicación juega un papel parecido al que ofrecían los juglares en la Edad Media

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

La búsqueda de los individuos de su identidad en nuestra sociedad, es una especie de costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma. Esta teoría la planteó el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en la década de los ochenta del siglo pasado con el nombre de “modernidad líquida”.

En este tiempo el individuo se tiene que reinventar constantemente para poder integrarse en un mundo cada vez más global. Una sociedad sin identidad fija. Un cambio que supone el final de los grandes movimientos sociales de los siglos XIX y XX y la consiguiente sustitución por un modelo donde la persona se marca en distintos estratos sociales que tienen que ver con las nuevas tecnologías, léase redes sociales. Una identidad frágil y permeable que es calmada por un feroz consumismo que no logra satisfacer las ansias de la búsqueda de la felicidad y al menos, de la paz con uno mismo. Bauman murió hace unos días. Los medios de comunicación apenas le dedicaron un breve espacio para el obituario.

Un Bauman ya anciano, pronosticó cuando nació el teléfono móvil y las redes sociales, que sólo eran una trampa. Nos engañan y nos hacen creer que estamos totalmente comunicados. Sólo cuando lo apagamos nos damos cuenta de nuestra soledad. Las redes sociales es un buen ejemplo de la “modernidad líquida”. En ellas encontramos teclas como “suprimir” o “spam”. Ellas hacen que no nos “contaminemos” con ideas o propuestas que no nos interese, lo que permite que constantemente nos retroalimentemos con nuestros mismos argumentos. Eso no es comunicación, es más bien propaganda.

En esta “modernidad líquida” la comunicación juega un papel parecido al que ofrecían los juglares en la Edad Media. Millones de voces gritando mientras que “los profesionales de la comunicación” surgidos con la invención de la imprenta y con un modelo repetido hasta los años noventa del siglo pasado, se muestran desconcertados y totalmente sobrepasados, donde su voz pasa desapercibida entre tanto ruido.

Vivimos en un tiempo en el que “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos hasta un nuevo aviso”, opinó el viejo pensador polaco. Todo es líquido; el Estado, la familia, el empleo y nuestro compromiso con los demás.

“Cuando las creencias, valores y estilos han sido privatizados, los sitios que se ofrecen para el rearraigo se parecen más a un hotel que a un hogar” ejemplarizó Zygmunt Bauman.

Paradojas del destino, el nuevo emperador hizo su fortuna mediante una cadena de hoteles. No es de extrañar lo que nos pasa.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN