Londres tiene mucho swing. Y mucho pop. Y mucho gregoriano de abadía. Hasta cuando desciendes al infierno, quiero decir al Metro.
Londres tiene muchas tiendas. Y mucho que vender. Y mucho que negociar. No te puedes ir de la ciudad sin adquirir a un precio desorbitado una bolsa de plástico de “Harrods”. Hasta puedes comprar el contenido para el que supuestamente estaba hecha la bolsa. En Londres, un español puede comprar un producto fabricado en China y que es vendido en una cadena americana por un hindú. Son las cosas de Londres.
Una tarde fría y lluviosa te difumina el espectáculo de sus edificios modernos y de sus monumentos históricos y en la siguiente tarde, de pronto, se hace Navidad en una plaza de toros cubierta y con mucho estilo. Son las cosas de Londres.
En el portal que hay junto a un hotel de lujo, duerme un desheredado, un mendigo. Se equivocó la paloma, dice la letra de la canción. Y las chicas, en las noches de invierno, van descalzas y con faldas muy cortas y sin medias que les proteja del frío, sólo les calienta el alcohol que han bebido. Y en verano, me cuentan, van con chaqueta. Son las cosas de Londres.
Cuando en Londres se satura el Metro y la multitud invade el andén, te ponen un “spiker” y la espera no lo es tanto y además es divertida. Todo el mundo cabe en un vagón del tren subterráneo. Y un grupo de “Papás Noel” que suben por la escalera mecánica, animan y ayudan a los heroicos pasajeros que lo hacen por los peldaños tradicionales en un esfuerzo sobrenatural. Irónicos estos de Londres.
Londres es la ciudad que nunca duerme; tú tampoco si estás de visita. Claro que a duras penas distingues la noche del día. Y el día de la noche. Y te confunde. Creo que he visto un esqueleto de dinosaurio en un sarcófago egipcio. Y que me he encontrado una piedra de una antigua ruina griega en el menú del chino del “Soho”. Deben ser cosas de Londres.
Y Londres tiene una Reina. Y la Reina, muchos vestidos. Y muchas joyas. Y muchas piezas de porcelana. Pero estas cosas no están en Londres. Están en un pueblecito de al lado que se llama Windsor y que tiene mucho de cuento de hadas y algo de Sevilla Este o el Parque Alcosa.
Y la BBC no es tan alta como la Luna, ¡ay! ¡ay! Y The Thimes lo venden en los supermercados, entre las galletas de mantequilla y los tulipanes holandeses. Y los coches van al revés para que no sepas en el sentido que tienes que mirar al cruzar la calle. Y Londres no tiene un color especial. Tiene miles. Y yo tengo la suerte de haberlos vivido con Rosa y con Luis. Dos amigos.
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