Cartas a Nacho

Placeres

A los lectores, a los habituales, no les hace falta una feria del libro. Sin embargo, sí es la excusa perfecta para que el resto de la población se acerque a esta hermosa aventura y los especialistas puedan encontrarse

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La felicidad se define por los quince minutos previos en  los que, sentado en una butaca de un cine y una vez apagado el teléfono móvil, te acomodas y te dispones a disfrutar de una película en la pantalla grande. Te gustará o no, pero esos minutos de paz, esos en los que te abandonas y te dejas guiar, esos no te los quita nadie.

Cuando sales de tu librería con el último ejemplar del título que te ha recomendado tu librero de referencia y hasta que llegas a tu casa y, una vez apagado el teléfono móvil, te rindes y abres el libro. Ese momento en el que pasas la página de respeto, la dedicatoria y el prólogo. Ese instante en el que por fin lees “capítulo uno”, eso también es la felicidad.

“San Jordi” en Cataluña, “el Día Internacional del Libro”, este fin de semana, el que concluyó ayer, es el arranque de una multitud de ferias dedicadas a la industria editorial que, con mayor o menor fortuna, irán celebrándose desde ahora por toda Andalucía y el resto de España. La de Sevilla, sin ir más lejos, comienza esta semana.

A los lectores, a los habituales, no les hace falta una feria del libro. Están informados de todas las novedades editoriales, tanto las publicadas como las que no y, por supuesto, de la obra y milagros de sus autores preferidos. Sin embargo, sí es la excusa perfecta para que el resto de la población se acerque a esta hermosa aventura y los especialistas puedan encontrarse.

Miles de historias están aguardando para ser descubiertas. Centenares de personajes te hacen guiños desde el escaparate de una librería para que los conozcas. Sólo tienes que entrar, apagar el teléfono móvil y dejarte llevar.

Nuestras ciudades, y Sevilla en particular, no son Urueña. Ese pueblo de Valladolid de 120 habitantes y un listado de librerías que oscilan entre las nueve y doce. El paraíso para los amantes de la lectura debe ser así, o mejor, es ése. Las hay especializadas, infantiles, generalistas, de fondo. No tengo el dato, pero debe ser el municipio del mundo con mayor número de librerías por habitante. Una excepción en un país, el nuestro, en el que a diario siguen cerrando estos templos del conocimiento.

Por sacar pecho de la patria chica, reconocer el mérito a Javier Sánchez Menéndez. Poeta, editor y ahora librero. Desde hace poco más de un mes en la isla urbanística de la milla de oro de Sevilla, en San Bernardo, ha conseguido abrir un espacio no sólo dedicado a los libros, sino también a los vinos. Dos placeres para perderse en una isla que bien puede llamarse de Siltolá.

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