Cartas a Nacho

Pérdidas

“La arquitectura sirve para cambiar la vida a las personas y merece la pena intentarlo”, era su consigna de vida...

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A los 65 años, y por un ataque al corazón, ha muerto Zaha Hadid. La arquitecta angloiraquí falleció la pasada semana en un hospital de Miami.

Hadid fue la primera mujer en conseguir el premio Pritzker, el nobel de la arquitectura. Educada en colegios religiosos, sus padres eran musulmanes moderados; se graduó en Matemáticas por la Universidad Americana de Beirut y ejerció su cátedra en las de Viena, Harvard e Illinois.

“La arquitectura sirve para cambiar la vida a las personas y merece la pena intentarlo”, era su consigna de vida. Profundamente exigente con ella misma, con los demás. Levantó museos, teatros, bibliotecas, edificios deportivos y para empresas, estaciones de ferrocarril, puentes.

Las grandes ciudades del mundo presumen de tener un “Zaha Hadid” entre sus calles, en sus plazas, en su urbanismo.

Cuando vio a una arquitecta amiga de la familia construir la casa de su tía, a los once años, supo que esa era su pasión. Zaha Hadid luchó desde el principio por su sueño. Construir ciudades donde las personas pudieran convivir. Donde la gente se pudiera mezclar. Conversar. Sus edificios son espacios que dialogan con el hábitat donde se enmarcan. Piezas que por sí solas son obras de arte, maestras. El dibujo era su gran afición.

En España, Zaragoza goza del Pabellón Puente de la Exposición Internacional del Agua y en Bilbao, Hadid estaba trabajando en la remodelación urbanística  de Zorrotzaurre.

Todos somos lo que hemos vivido. Nuestra forma de hacerlo ver es el trabajo que desarrollamos día a día. Podemos estar de acuerdo o no en algunas de sus actuaciones, pero lo que es indiscutible que la obra de Zaha Hadid no pasará inadvertida. Su lucha por conseguir su sueño incluía salvar multitud de obstáculos. Mujer musulmana educada en colegio cristiano. Una carrera técnica y una profesión dominada por los hombres. La responsabilidad de cambiar la vida a las personas. Todo ello lo venció. Y así lo reconoce el mundo.

Un arquitecto amigo, hace unos años, me comentó que si la construcción del cuerpo renacentista de la Giralda se hubiese planteado hoy, la polémica levantada en la ciudad por ello habría truncado los planes.

Zaha Hadid quiso levantar en Sevilla un templo a la cultura en un espacio que históricamente había servido para el castigo. Un edificio contenedor del saber en una zona por la que siempre había imperado la intolerancia. La biblioteca del Prado nunca se construyó. Perdió Sevilla mientras que el resto del mundo siempre podrá disfrutar a Zaha Hadid.

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