George Orwell (seudónimo de Eric Blair) es uno de los grandes politólogos del siglo XX. Este escritor británico nacido en la India en 1903 es un perfecto narrador de las desventuras de la primera parte de la pasada centuria. Un excelente descriptor de las sociedades europeas en un tiempo que, como todos, fue convulso.
Orwell, comprometido firmemente con los ideales de la izquierda, supo analizar el tiempo político que estaba viviendo, participar en innumerables conflictos y difundir en su obra los aspectos negativos de esa izquierda a la que pertenecía. Sus novelas más conocidas son, sin duda, “Rebelión en la granja” y sobre todo “1984”. En la primera, y a modo de fábula, describe los derroteros por los que se encamina la revolución de octubre en la Unión Soviética y cómo ese paraíso de los trabajadores se va convirtiendo en una dictadura. Un cuento donde podemos adjudicar cada animal de la granja su referente humano en la realidad política rusa.
Equivocado en los dígitos del año, Orwell aventura el futuro de la sociedad en “1984”. Un hombre que vive en una estructura estatal dominante. Un líder (el “Gran Hermano”) que controla hasta el mínimo movimiento de sus súbditos. Un Estado compuesto por ministerios, como el de la Verdad, que se encarga de reescribir la historia para que el ciudadano nunca coja en un renuncio a los gobernantes. Una colectividad domada por las máquinas.
George Orwell se alista en 1936 en las Brigadas Internacionales de la Guerra de España. Llega a Barcelona y se une a las milicias del POUM. Tras varios meses en el frente de Aragón, vuelve a la capital catalana y se muestra impresionado por el ambiente revolucionario de la Ciudad Condal. El escritor inglés se impregna “de todo lo español” y en un modesto libro resume, lo que a mi juicio, es la mejor definición de lo que somos los españoles. Sonrojantemente generosos: “si le pides un cigarrillo a un español, él te dará el paquete entero”, llega a escribir.
Para Orwell, nunca comprendimos el concepto del tiempo. “Un extranjero lo primero que tiene que aprender es el significado de la palabra mañana. Cómo admiro a los españoles por no compartir esa neurosis del tiempo propia de los nórdicos”, concluye.
Esta descripción de aquella realidad de la España de los años treinta y esa definición de “lo español” y de los españoles, que no ha perdido vigencia, la publicó en una obra desconocida. Una narración que, durante mucho tiempo, fue mi libro de cabecera. Un libro que se llama “Homenaje a Cataluña”.
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