Por si no teníamos bastante, para iniciar el próximo año, se anuncia una subida de luz que puede alcanzar el once por ciento, y que viene a sumar más calamidad para centenares de miles de familias que ya se las ven y se las desean para poder pagar por un servicio que parece haberse olvidado que es esencial y básico, y que por lo tanto, debería, sin duda, de estar regulado de manera que resultase mucho menos gravoso, pues no hablamos de una comida de lujo, de un coche de alta gama, de un viaje con todo incluido, que el que puede se permite, y quien no, mira o con indiferencia o con envidia, según el caso, sino de un suministro básico para el día a día de todos y cada uno de los ciudadanos. Lo que no cabe encima, es querer justificarlo, ni por parte del Gobierno, que ha vuelto a mentirnos en un asunto de tanta trascendencia y calado, en el tramo que le corresponde, ni tampoco en extrañas conjunciones, peajes, subastas y demás términos que han sido creados simple y llanamente para engañar al personal, sin más. No se le puede decir a los exhaustos españoles que hay déficit tarifario y, acto seguido, publicar las mil millonarias ganancias de las empresas energéticas, porque entonces, además de estafado y angustiado, te sientes como un completo imbécil. Las cosas, parece que en cuestiones como éstas, sólo se saben hacer mal o peor, pero, todo ello, puede pasar una factura social tan cara como la de la luz.
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