Campillejos

Corrientes de opinión

Vengo detectando desde hace un tiempo relativamente corto, que desde algunos sectores locales, todavía minoritarios, se vienen lanzando mensajes en los que...

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Vengo detectando desde hace un tiempo relativamente corto, que desde algunos sectores locales, todavía minoritarios, se vienen lanzando mensajes en los que parecen contraponer la recuperación del patrimonio histórico-artístico a los derechos sociales de los habitantes de algunos barrios de nuestra ciudad. Suelen ser comentarios escuetos que se vienen escuchando en algunas jornadas, mesas redondas, redes sociales… y que son más preocupantes por el peligro de que puedan extenderse como una idea equivocada entre la población que no por la verdadera consistencia argumental de los mismos.


Nadie en su sano juicio duda hoy día de la necesidad de intervenciones que hagan desaparecer la infravivienda, que disminuyan el absentismo escolar, que incidan en la mejora de los problemas socioeconómicos de determinados sectores poblacionales o actúen por la integración de colectivos que sufren algún tipo de discriminación, entre otras cuestiones. A nadie “con dos dedos de frente” se le escaparía la imperiosa necesidad de que desde las administraciones públicas y privadas se intervenga en la mejora de estas necesidades. Es algo evidente. La pregunta es: ¿qué interés existe en presentar como algo antagónico la recuperación de la imagen tradicional del casco histórico, la rehabilitación de los monumentos en peligro, la apertura de los bienes inmuebles de valor singular para su colectivo… con la calidad de vida de los vecinos y vecinas de una zona patrimonialmente protegida? Es curioso, y así me parece apreciarlo desde hace un tiempo, como cada vez que se va a realizar una inversión económica en temas culturales o de patrimonio histórico, surgen voces que comienzan a tratar de hacer desmerecer la importancia de las mismas. El problema, a mi humilde entender, está en que esas personas/sectores no comprenden los valores socioeconómicos que encierran la cultura y el patrimonio: identidad y autoestima colectiva, posible generación de nuevos yacimientos de empleo, incremento de la oferta de ocio y la sensibilidad cultural…


Además es muy general que desde los ámbitos de acción cultural (administraciones, asociaciones, etc.), se tengan muy presentes cuestiones como la riqueza que supone la diversidad e intercambio entre diferentes culturas, los valores educativos y humanos que encierran las enseñanzas de determinados momentos históricos o la importancia de conmemorar ciertos episodios de nuestro pasado que sirven para engrandecernos como ciudadanos y como personas, etc.


Lo que escribo hoy es una perogrullada pero, a veces, es necesaria la reiteración de cuestiones que, aunque puedan parecer una obviedad en pleno siglo XXI, se pueden tambalear ante ciertas corrientes de opinión que, de extenderse, pueden hacernos retroceder en lugar de avanzar. Lo habitual es que dónde mejor se cuida el patrimonio existe una mayor calidad de vida. Quedémonos con este dato.

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