Lo que queda del día

Ratas de laboratorio

Al marido de la mujer atropellada esta semana en Jerez no le han faltado elogios desde las redes sociales; tantos como escasos apoyos en la práctica

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La norteamericana Susan George es la presidenta de honor de ATTAC y todo un referente para muchos movimientos sociales y anticapitalistas. Esta semana ha estado en nuestro país para ofrecer un máster sobre derechos humanos en el que, entre otros convencimientos,  ha expresado que “la democracia está en peligro ante el ataque de la clase de Davos: una clase transnacional desvinculada de la suerte del resto de la sociedad y compuesta por las altas finanzas, las empresas transnacionales y algunos gobiernos que consideran que la democracia es demasiado lenta”. El apocalipsis era esto. Amén. 

Más interesante es la percepción que tiene de nosotros: “Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”. Entiendo que la venerada Susan George no debe estar muy instruida acerca del carácter de los españoles, tan sagaces en la picaresca, como primitivos en su capacidad de aguante, pero no conviene aislar la composición que se ha formado sobre nosotros mismos, sobre nuestra sociedad, y pese a que tal vez lo haga decepcionada a consecuencia de la diluida efervescencia del movimiento del 15M, fundamentado más en las emociones que en las ideas, y superado por la relevancia personal de algunos de sus representantes a costa del discurso.

No es Susan  George la única que se plantea la misma incógnita: “A ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”. Esta semana, el marido de una jerezana que había sido atropellada en un paso de peatones por una motocicleta, exponía en un vídeo divulgado a través de Facebook su sufrida experiencia a causa de las carencias en asistencia sanitaria pública en la ciudad: la ambulancia tardó 40 minutos en llegar al lugar del accidente, en urgencias aguardaron dos horas hasta que lograron atenderla, tres horas más en hacerle las placas y radiografías de las zonas dañadas y una hora más hasta conocer los resultados.

En su mensaje ponía nombre y apellido a la persona a la que se dirigía: Susana Díaz. Para muchos fue suficiente; ya tenían la coartada y el titular necesario para levantar su discurso político a partir de una experiencia particular. Pero si seguíamos adelante en el vídeo, las conclusiones eran diferentes, y no distaban mucho de lo planteado por Susan George: “La culpa de que haya pasado esto no es de los médicos, que se portaron de puta madre, la culpa no es de Susana Díaz. La culpa es tuya. O reaccionamos entre todos o esta situación le volverá a pasar a otra persona”, concluía en una particular llamada a la rebelión a la que, por supuesto, no le faltaron alabanzas y elogios desde las mismas redes sociales desde las que se compartió el mensaje, pero escasos apoyos en la práctica. Será que como rata de laboratorio se vive mejor, o que nos hemos acostumbrado a la fugacidad de los mensajes y a la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, que era algo sobre lo que alertaba Zygmunt Bauman en su teoría sobre la modernidad líquida.

Bauman es de esos filósofos que, una vez muertos, deberían volver a hacerlo todas las semanas, en bucle continuo, ya que en vida no hemos logrado tenerlos en cuenta, y sólo de esa manera parece que somos capaces de profundizar en sus enseñanzas. No sé cuántas veces habrán escuchado su nombre en los últimos veinte años -seguro que muchas menos que el de Cristiano Ronaldo o Belén Esteban-, pero en apenas una semana nos hemos topado con cientos de sus seguidores y defensores, y sospecho que buena parte de ellos han escuchado su nombre por primera vez al leer su esquela y se han apuntado al eco de los titulares que dejó en vida, pero, también, motivados por el pellizco de sus reflexiones, que son un válido espejo desde el que sentirnos retratados, aunque no nos avergüence admitirlo.

Ratas de laboratorio, conejillos de indias, gatos de Schrödinger, elefantes en el salón... Pueden recurrir a los animales que quieran. Es cierto, la incomodidad del rol se ha diluido, por asumida. Como argumentaba Bauman -y puede que sirva de respuesta a Susan George- hemos optado por nosotros mismos antes que por los demás. La cuestión es que no creo que ésa sea una cualidad privativa de los españoles.

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