Eutopía

El Milagro de Trascender

Parar. Detenerse, es una de las llaves maestras, que podrá abrir de par en par, las puertas a la vida.

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En esta cotidianidad sobrecargada de una larga lista de quehaceres, lo normalizado se inyecta como “necesario”, y la obligación se disfraza de una permanente sensación de movimiento. La hiperactividad física y psicológica, otorga esa percepción borrosa de productividad. Todo es poco, y la casilla del “debe” reclama sus diezmos. El estrés se cronifica, avanzando con el sigilo y la prudencia, propia de quienes son cómplices de lo descabellado. Mundo de paradojas, donde el ruido exterior, es testigo “mudo” del abandono de nuestro hogar “interior”. La excesividad de lo superficial, quema las naves que nos fueron regaladas por el simple hecho de nacer. Conforme, asumimos más obligaciones laborales, vamos perdiendo las coordenadas. Ninguno de los puntos cardinales, podrá orientarnos hacia un bienestar integral, si previamente y durante el trayecto, no nos paramos. Sí, he escrito, para mi propia sorpresa…Parar. Detenerse, es una de las llaves maestras, que podrá abrir de par en par, las puertas a la vida. El arte de la contemplación, desde el aprendizaje que nos ofrece la naturaleza, el resto de los seres vivos, incluso el de aquello que consideramos inerte. Contemplar, sin más interés que imbuirnos más adentro. Aceptar la mano, del acto meditativo, que de repente, nos lleva al silencio más comprometedor…ese que nos dice que nos escuchemos, que nos conozcamos, que le demos la oportunidad de “existir” en nuestro propio ser. En estos tiempos, se confunde, el retomar el rumbo con “bloquearse”;  el redirigirnos cuando perdemos el rastro de lo sencillo, con retroceder; el ensimismamiento en pequeñas dosis con la “pérdida de tiempo”; el reflexionar desde la serenidad con el “aburrimiento”…Incluso en estos días llenos de luces y ajetreos, el paisaje se transforma en enjambre, las calles y bares en rutas de hormiguero. La vida, en sí misma, nos aporta una infinita policromía. Las exigencias sociales, los recortes económicos y la pérdida de los derechos civiles y laborales…nos van pintando el rostro con sus tonalidades grisáceas. Este sistema hegemónico a la vez que caótico, nos impone el errar una y otra vez. Inocula la acumulación, la frustración por desear y adquirir con la misma velocidad con la que surge lo “novedoso”. Busca el acaparamiento de lo innecesario, el depósito de nuestras fortalezas en aquello que muchas veces no tiene relación alguna con lo transcendental. El “tener” debería de acotarse hasta el límite donde podamos disfrutarlo, y especialmente, compartirlo. Plantearse una vida con austeridad y simplicidad, no significa tal y como nos quieren vender, sinónimo de fracaso o de carecer de ambición o “éxito”…ese lucimiento es artificial, carece del brillo inherente de la naturalidad. Quizás el secreto, se encuentra en amar lo visible y lo invisible. Valorar todo lo que somos y poseemos. Sentir todo lo positivo que nos rodea, y experimentarlo como el milagro que la propia existencia nos regala. Ojalá, todas y todos, tengamos la posibilidad de disfrutar intensamente…Nos encontramos de nuevo en Septiembre ;)

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