Eutopía

FAMILIAS o ¿familias?

En el momento actual, se hace imprescindible, impulsar el valor inherente que posee, pero no desde la beneficencia y la caridad (que debería ser otra aportación complementaria y solidaria) sino desde la creación de un empleo de estabilidad y calidad

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La Asamblea General de Naciones Unidas, en 1993, tomó la decisión de reforzar la significación de la primera unidad básica que tenemos las personas para nuestra inserción en la sociedad. Hoy se celebra el Día Internacional de la Familia, cuyo lema anual se ha centrado en la igualdad de género y la protección especial de la infancia. Desde nuestra vivencia democrática, los marcos legislativos, nacionales y autonómicos, han visto la necesidad de protegerla, especialmente, en lo social, económico y jurídico, a través de servicios, prestaciones económicas y ayudas de diversa índole. Los mayores esfuerzos, se han concentrado en aproximarse a un apoyo real, en el caso de las unidades convivenciales numerosas en las categorías especiales o generales; en situaciones de vulnerabilidad o exclusión social; en aquellas que requieren de estrategias de intervención para dotarlas de capacitación y habilidades, para evitar la dependencia a los sistemas de protección; o a las que han sufrido la desprotección por un conjunto simultáneo de problemáticas, que van desde la violencia en cualquiera de sus vertientes (psicológica, física, económica, sexual, abandono…); los acontecimientos traumáticos que pueden bloquear sus mecanismos de respuestas a quienes la conforman; las graves carencias derivadas por el desempleo de larga duración; la escasez de recursos de las redes informales o formales, los desahucios, etc.…En el momento actual, se hace imprescindible, impulsar el valor inherente que posee, pero no desde la beneficencia y la caridad (que debería ser otra aportación complementaria y solidaria) sino desde la creación de un empleo de estabilidad y calidad, acompañado por medidas integrales que supongan un respiro en diferentes ámbitos (socioeconómico, educativo, laboral, de participación, cultural, de ocio…) Desde la perspectiva en la que nos situemos, y teniendo en cuenta la amplitud de características y experiencias, cierto es, que su papel y contribución al ser humano puede ser agridulce…Ya sea como expresó duramente, Simone de Beauvoir, que la comparaba como un “nido de perversiones” o desde una versión dulcificada y bastante expandida, como reservorio de valores. En el “deber ser” de esta institución, le compete la protección global de todas las personas que la componen, sin distinciones, sin sobrecargas, sin familiares de primera o segunda categoría. Tiene que abandonar de una vez, la  reproducción de consignas en las que a las mujeres se nos impone ser apagafuegos, altares de virtudes, heroínas del sufrimiento o calendarios perpetuos en la dedicación a “los” demás. A la FAMILIA, le debe de importar menos, o mejor aún, nada, la apariencia social, el “qué dirán”…con tal de dar calidez humana en su esencia más amplia y positiva, aportando sentido de la pertenencia y siendo ejemplo de integración fundamental en la historia vital de cada persona. La familia, no se puede permitir, ser transmisora de la podredumbre ideológica, que conlleva el reconocimiento de quienes se adaptan exclusivamente a sus reglas-jaulas frente a quienes prefieren apostar, a pesar de sus consecuencias, a la propia identidad, libertad y derecho a “ser”.

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