¿Causaría extrañeza, enlazar este tiempo conocido como Navidad, con la experiencia profunda de la espiritualidad? ¿Es irreal anudar su “esencia” con la justicia social o con la sensiblería el consumismo? ¿Su celebración va más allá de unos días de intensa convivencia familiar? Que extravagancia la mía…eso de estar constantemente preguntándome, sobretodo por la incomodidad de las respuestas. Lo cierto, es que esta próxima festividad, se puede dibujar con trazos claroscuros, se puede describir con la dialéctica simultánea de los contrarios…agradecer los nacimientos y sentir las pérdidas; saludar y despedir; retomar la breve magia de la infancia y enfrentarse con la realidad; recibir llamadas y regalar silencio; sentir la presencia de quienes te acompañan y padecer a quienes se quedaron en alguna posada sin nombre del camino; estar en el estallido perturbador del “ser despierto” y la comodidad cansada de ese duermevela del hedonismo que genera una bonanza parcial…Navidad, un tiempo de contrastes pero también de oportunidades, quizás con casas cerradas pero con otras puertas abiertas si las buscamos. Navidad según se viva, según le dejemos latir…Para quienes son creyentes, podría suponer revisar la hora de la trascendencia, permitir como dice el teólogo Leonardo Boff, que signifique: “No en pensar en Dios, sino sentir a Dios como Vínculo que pasa a través de todos los seres, interconectándolos y constituyéndonos, a las personas y al cosmos”… Sin perder el sentido vertical y horizontal del Mensaje de la “Buena Noticia”…Para que junto a quienes no tengan en su mapa vital señalizaciones religiosas, pudiéramos celebrar este espacio para dejarnos llevar por la resaca de la empatía, abriendo de par en par las ventanas para soñar y construir la utopía posible de una sociedad más acogedora, menos iracunda, más preñada de valores, menos muerta de principios…Navidad, sin árboles de humo ni laboratorios de postales. Pero con la aspiración humana en pleno vuelo. Navidad, para reflexionar los balances y adoptar nuevos impulsos y proyectos inclusivos. Navidad con más manos rebosantes de alegrías y esperanzas, pero con menos o ningún cajero con seres abandonados, febriles por la soledad, con la indefensión del aislamiento. Navidad, plena de bienvenidas, empapada de la lluvia constante de gestos y abrazos, de respeto y acogida…Tiempo para respirar, pararse, reencontrarnos…Para encender las luces de nuestra interioridad, esas mismas, que suelen estar desconectadas por la madeja de los incesantes quehaceres. Navidad sin olvidar que hay quienes padecen el frío terrible de la pobreza, de las distancias, de las deserciones, del desempleo…Navidad, donde podamos dialogar desde el acercamiento para agradecer a Quien/es queramos, eso que expresan los versos de Inma Betancourt: “Para que no muera me diste la Palabra, pequeña, esquiva y balbuceante, para que así pudiera precaria sin presencia, hablarte a Ti, que eres la Palabra…”
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