De una abuela a la alcaldesa

Respetada señora: Hace ya unos años que sufrí una hemorragia cerebral que me impide leer o escribir, aunque todos los días doy gracias a D. por conservarme la capacidad de comunicación verbal con la gente que me cuida. Yo dicté a mi hijo lo que sigue; él le dio forma.

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Respetada señora: Hace ya unos años que sufrí una hemorragia cerebral que me impide leer o escribir, aunque todos los días doy gracias a D. por conservarme la capacidad de comunicación verbal con la gente que me cuida. Yo dicté a mi hijo lo que sigue; él le dio forma.

Desde que me quedé viuda y enfermé, paso largas temporadas en Ronda, una ciudad que siempre está en mi corazón y cuyas excelencias pregono allí donde puedo. Resido en casa de mi nuera, a las afueras del Barrio, un lugar benigno y maravilloso.

Sucede que para acceder a casa hay que recorrer un tramo de camino público —unos veinte o treinta metros— que desde 1993 mantiene mi hijo, y que solo por eso es transitable. Sucede también que por la falta de civismo de quienes llevan sus perros a defecar justo en este tramo, aquello se ha convertido en un muladar: foco de infección e insalubridad que pone en riesgo a los vecinos de toda la zona y a los que todavía se atreven a utilizarlo.

Es una pena que no pueda adjuntar las fotos que pongo a su disposición para que constate un asunto de vergüenza en una ciudad de la categoría de Ronda y en un paraje que es muy transitado por ancianas como yo, deportistas, propietarios de perros cumplidores de sus obligaciones de limpieza, escolares de excursión, turistas que hacen senderismo y un largo etcétera de personas que no sé cómo pueden sortear tantos excrementos como hay en un tramo de camino que, repito, es tan público como otros y mi único modo de comunicarme con el mundo.

Enferma, mucho más que octogenaria y pudiendo ser yo su madre y hasta su abuela, señora alcaldesa, lo que quiero decirle, desde el respeto, es que mi hijo ha recurrido a la Junta de Andalucía, a Medio Ambiente y hasta al SEPRONA de la Guardia Civil, mediante escritos oficiales. En todos los casos se nos dijo que la responsabilidad de velar por la salud pública y el mantenimiento de un tramo de vial público que toca el casco urbano es únicamente del Ayuntamiento.

Pero como vivimos una época de resabios, yo no me dirijo a usted como ciudadana a la que se la tiene condenada a una reclusión forzosa que deteriora su poca salud; me dirijo a usted, señora alcaldesa, en calidad de anciana indefensa, una enferma de muchos años que padece secuelas muy graves debido a la hemorragia cerebral y, si me lo permite, le rogaré a usted lo que nunca permitiría que mis hijos rogasen, como si yo fuera su misma madre y apelando a su sensibilidad de hija, porque lo que están consintiendo por acción u omisión conmigo y con la familia de mi hijo es sencillamente una injusticia que algunos ya hubieran interpretado como persecución o castigo por no pensar como usted. En su caso, porque yo y mi marido siempre votamos PP, para que vea que esto nada tiene que ver con la política.
Mi hijo ha recurrido a todas las vías y todas nos remiten a usted, que es la responsable primera de la salud pública en Ronda. El problema se subsanaría fácilmente, si pusiera voluntad y mostrase algo de compasión hacia las enfermedades de los demás, que algún día, tarde o temprano, llegan a todos, que en eso D. nuestro Señor no hace distingos.

Ahora en Pascuas regreso a mi pueblo con el resto de mis hijos. Vuelvo en enero y ya estoy temiendo verme otra vez encerrada en casa por no poder utilizar un tramo de veinte metros del único camino público que me conecta a la ciudad, dependiendo de que otros me saquen en coche. Es una pena que con mis años me sienta una carga y una víctima, pero así es.

Vaya y vea. Compruebe con sus ojos lo que digo. Sienta lo mismo que yo. Póngase en mi situación de enferma dependiente y prisionera, y así comprenderá la crueldad del castigo que se me impone porque el Ayuntamiento que usted preside incumple funciones de vigilancia, policía y corrección de infracciones… Humanidad es cuanto pido.

No obstante lo anterior, rezaré, hija mía, para que no se vea usted nunca como yo me veo. Ojalá y las fiestas navideñas ablanden su corazón no de alcaldesa, sino de nieta. Sotera Vázquez M.

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