Artículo Primero

¿Qué fue del pequeño Aylan?

De los 160.000 refugiados que Europa acordó en octubre, cuatro meses después sólo han conseguido reubicar a 414, de ellos 18 en España.

A   toda la buena gente nos encogió el corazón. La imagen de Aylan voló por las redes  sociales y acaparó las portadas. Parecía incluso que esos hombres de negro que dirigen Europa, que siempre miden sus reacciones,  iban a hacer algo ante una tragedia tan vergonzosa como evitable.

Pero pronto todo ha vuelto a su cauce. Hemos visto imágenes de otros muchos Aylan tirados en las playas de Grecia. Pero ya se agotó la provisión de lágrimas de cocodrilo, tan efímeras como un eslogan publicitario o un titular de verano.

De los 160.000 refugiados que Europa acordó en Octubre, cuatro meses después sólo han conseguido reubicar a 414, de ellos 18 en España. No es sólo una insensibilidad monstruosa. Es además la puesta en marcha de políticas inhumanas contra las personas que intentan llegar a Europa. Hungría eleva alambradas similares a las de Ceuta y Melilla y con las mismas concertinas fabricadas en Málaga. El Consejo de Ministros de la UE contempla convertir en delito la ayuda a refugiados y migrantes a alcanzar las costas  europeas. El Gobierno de Austria repatriará a 50.000 solicitantes de asilo en tres años. Dinamarca va a incautar los objetos de valor y el dinero de los refugiados.

Nos informa la Organización Internacional de las Migraciones que en 2015 han muerto más de 3.700 personas intentando llegar a Europa. El ACNUR por su parte, ha informado que en el mar Egeo, sólo en este pasado enero, han muerto 309 personas, muchos de ellos pequeños como Aylan.

Llenos de espanto leímos la noticia de que Europol estimaba en 10.000 los menores refugiados que se habían perdido en Europa. ¿Qué hubiera pasado se hubiera perdido tan sólo unos cientos de niños alemanes o españoles? ¿No hubiera sido absolutamente insoportable?

Se trata de una vuelta de tuerca que justamente muchos califican de “guerra contra inmigrantes y refugiados”. Es decir, una lucha por todos los medios, sin respetar procedimientos legales, con el único objetivo de detener una supuesta “avalancha”.

Por si alguna duda quedase de este carácter, se planteará que la OTAN se involucre en el control de la inmigración en el mar Egeo. Se trata así  de un “estado de excepción permanente” que socava los valores democráticos y de derechos humanos sobre los que se quería construir Europa.

La respuesta a la crisis de los refugiados está tirando al mar lo que quedaba de proyecto europeo. Lo que ha naufragado son los derechos humanos, no sólo de los refugiados, sino que está naufragando la Europa respetuosa de los mismos. Cada vez más sólo va quedando una Europa enrocada en sus miedos, una Europa de racismo, xenofobia y de recortes democráticos. Una Europa al servicio de los negocios y los capitales, abjurando de sus valores y avanzando tenazmente hacia el abismo en cuanto proyecto de espacio de paz, justicia y libertad.
Nos gustaría sentirnos orgullosos de Europa. Pero esta Europa nos avergüenza.
Queremos otra Europa. Una Europa de brazos y puertas abiertas al servicio de las personas y los pueblos.

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