Artículo Primero

Las leyes del mercado excluyen a las personas

Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía

El reciente informe de OXFAM una economía al servicio del 1%, que debía sacudir las conciencias de los gobiernos del mundo, pasó por los medios de comunicación como una serpiente de verano, apenas un titular extravagante, no suscitó la reacción de los estadistas, no mereció ni siquiera una declaración de intenciones. 

Ante la imagen de la desigualdad y la avaricia que mata, se comportaron como lo que son, gobiernos ausentes para la inmensa mayoría de la población cuando no cómplices en la elaboración de leyes que permiten, hacen posible y legislan a favor  del expolio.
Ya hace tiempo que renunciaron a poner freno a las llamadas leyes del mercado, según las cuales toda vida ha de someterse a su dictado y todo debe traducirse a su precio en mercancía; la salud, la educación, el trabajo, la vivienda…

El hecho de que el  1% de  la población posea más riqueza que el resto de la población mundial es algo más que injusticia, es un  desorden moral que produce miseria, sufrimiento y  muerte.
La constatación de que desde el 2010 la brecha entre ricos y pobres se esté convirtiendo en un abismo, nos habla a las claras del caos de los mercados que se gobiernan solos y  de la incompetencia y la complicidad de los gobiernos que no les ponen freno.

El discurso oficial de que el crecimiento económico dará lugar, en su momento - y nadie sabe cuándo- a cierta mejoría en las condiciones de vida de la gente, es algo que ya no se sostiene y que cada día se parece más a la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro al que se le permitía recoger de debajo de la mesa las migas que caían del banquete.

El lenguaje oficial de la economía es el del triunfo de la desigualdad, es la prepotencia del esto es lo que hay, votéis lo que votéis; seguridad jurídica para los especuladores, amnistía fiscal y blanqueo legal  para el dinero los evasores millonarios y los negocios ilícitos, impuestos claramente injustos que gravan sobre las rentas del trabajo y rozan levemente, cuando no eximen, a las grandes empresas y fortunas. Y cuando todo esto no les parece suficiente aún queda el recurso de los paraísos fiscales. Según el informe de OXFAM se estima que, en todo el mundo, la riqueza individual oculta en paraísos fiscales alcanza los 7,6 billones de dólares y que, entre otros datos aberrantes,  allí va a parar el  30% del patrimonio financiero de África.

Quizá  pudiéramos entender mejor los orígenes de las guerras si investigáramos la ruta del tráfico de armas y comercio ilícito de recursos estratégicos, quizá pudiéramos explicarnos mejor las causas de la inmigración si siguiéramos la pista del dinero.

Y más cerca, quizá alguien pueda explicarnos por qué en España el 1% de la población concentra más riqueza que el 80% más pobre y en plena crisis económica la brecha entre ricos y pobres continúa aumentando. ¿Es a eso a lo que llamamos seriedad y buen gobierno?

Pero vamos a tener que recuperar la propiedad  de las palabras, porque hasta eso se nos ha expropiado.  En el mundo virtual de los mercados financieros hay un lenguaje propio que excluye la repercusión de sus especulaciones y manejos sobre la vida de la gente, y algo anda rematadamente mal cuando para que la economía vaya a mejor,  la gente deba vivir peor; quedarse sin casa, trabajar más y cobrar menos, ver como se deterioran las escuelas y hospitales públicos, emigrar, resignarse al futuro que los gerentes del mundo nos adjudican por defecto.
El sueño liberal ha producido monstruos que amenazan la dignidad y la vida de millones de seres humanos, es la avaricia radical, la indecencia radical lo que produce caos en la vida de las personas y los pueblos. Y somos las personas y los pueblos quienes tenemos que recuperar la voz y el voto, las palabras y las acciones,  las calles y las instituciones, para recuperar  el camino a la igualdad.

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