Son muchas las organizaciones que existen alrededor de los diferentes colectivos de evidente importancia social cuyos cometidos tienen un claro axioma: supervisar, defender, sugerir, exigir o contravenir ciertas disposiciones cuyo contenido de fondo afecta de forma directa y sustancial el presente y futuro de quienes bajo sus siglas asisten un interés común declarado.
En el ámbito escolar y de manera generalizada, todos los centros disponen de una organización, cuyas siglas definen con meridiana claridad los auspicios para los que está creada.
Las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (AMPA´S) cuyo objetivo fundamental es la representación de los intereses de los padres, madres o tutores legales en los centros educativos de sus hijos, son entidades de derecho privado, reconocidas por la Ley y que vinieron a implantarse en los años sesenta del siglo pasado en la mayoría de los institutos y en los años setenta se hizo extensiva a la EGB.
A su vez existe la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) igualmente entidad social, no confesional, progresista e independiente, integrada por las Federaciones y Confederaciones que agrupan a las Asociaciones de Padres y Madres de alumnos de centros públicos de educación no universitaria. Sus objetivos son claros: conseguir una escuela pública de calidad, democratizar la enseñanza y mejorar las condiciones de la infancia.
Toda esta preliminar aclaración, entronca necesariamente con el elemento sustancial sobre el que queremos, nuevamente, hacer hincapié y que seguramente es el epicentro de los intereses de madres y padres de alumnos: la educación de sus hijos.
En el artículo anterior hacíamos una referencia bastante explícita a los deberes escolares y la incidencia que, por exceso y en la actualidad tienen sobre la población escolar, limitando sustancialmente tiempos de relax, juego y recreación infantil y juvenil, con extremos de stress y en ocasiones patologías relacionadas.
A veces no somos verdaderamente conscientes del poder que tienen las asociaciones a las que libremente pertenecemos y que regulan importantes parcelas como la defensa, educación y conducción del futuro de los más pequeños. Esos menores de edad, niños, niñas, adolescentes que tanto interés despiertan frente a hechos de declarada ilegalidad contra ellos, en ámbitos más cercanos, escolares inclusive, podrían verse igualmente ´agredidos´ por disposiciones de Ley, cuyo cuestionamiento sigue siendo absolutamente imprescindible.
Un AMPA, en cualquier centro escolar, tiene un peso específico de alto calibre, al punto de ser el órgano representativo, supervisor y en cierta medida fiscalizador de aquella calidad de enseñanza a la que todo padre y madre aspira para sus infantes.
Pero pareciera que en nuestro entorno más cercano, esa finalidad del AMPA se diluyera en una cierta inercia de dejación de principios, para asistir con una cuota representativa a la continuidad de una organización poco organizada.
De vez en cuando es bueno detenernos a reflexionar sobre aquellos resortes que la Ley permite y que por próximos, por habituales, no los utilizamos de la manera conveniente y productiva, ejercitando de manera normalizada capacidades de verdadero calado.
Solemos y con razón manifestar nuestro desacuerdo con parcelas sociales, laborales, económicas y, como no, políticas, que infieren descaradamente en el día a día, dificultando en su caso el normal devenir de nuestra vida. Sin embargo, teniéndolo a mano, no hacemos uso de los derechos que tenemos como ciudadanos, padres y madres en este caso, pasando por alto cuestiones que inciden directísimamente en la vida de los hijos.
Reactivar las asociaciones que defienden el derecho del alumno, es garantizar una sociedad activa, atenta, reivindicativa en el foro de asambleas e intercambio de experiencias y opiniones sobre nuestro futuro.
Una población tan numerosa e importante como lo es el colectivo que se ampara bajo las AMPAs, suscita inquietud en las normativas de las diferentes legislaturas de turno que en toda sociedad se suceden.
Cuidar de los menores, supone cuidar de su educación. Aquí las organizaciones de padres y madres en los centros de estudios así como las supra escolares y citadas Confederaciones, juegan un papel inequívoco e insustituible, cuyo resorte debería aprovecharse y activarse como punta de lanza en una sociedad que pretende crecer hacia la libertad y la verdadera emancipación del individuo a través del conocimiento.
No basta organizar la fiesta del niño o niña. No basta crear actividades extraescolares. No basta atender si aquel ladrillo está o no en su sitio. No basta con pagar una cuota. Es la esencia que proviene del aula y sus anexadas obligaciones para el alumno, la que también ha de gozar de la constante atención de padres y madres. Y de eso, éstos, saben mucho.
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