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Arcos

La transparencia

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"¡La transparencia, Dios, la transparencia!" clamaba Juan Ramón Jiménez buscando el nombre exacto de las cosas y otras poéticas claridades. La transparencia, Jesús, María y José, esgrimen ahora los políticos para demostrar que van a ser buenos y honrados a carta cabal.


Lo que ocurre es que la transparencia, que en un principio puede observarse como el no va más de la pulcritud política, no es, en el fondo, más que una claudicación, más que un ejercicio de estriptis para suplir la quiebra en la confianza que teníamos puesta en la mayoría de nuestros políticos. Me explico:
Si usted, señora, o usted, caballero, tiene confianza plena en su cónyuge, no tiene por qué revisarle la cartera cuando él está en la ducha para ver si tiene un par de entradas picadas, de la obra de teatro en la que usted no fue con él; o no tiene ninguna necesidad de mirarle el wassap para ver si tiene un mensaje con una cita dentro. Ahora bien, si nuestro compañero o compañera de cama resulta que duermen en otra y nos tienen cosidos a mentiras, es lógico que le exijamos transparencia absoluta. O que lo mandemos con su santa madre, claro.


Y eso, precisamente, es lo que nos pasa con la mayoría de nuestra clase política. Nos han mentido tanto, han dicho tantas veces digo donde luego han dicho diego, tenemos tantos chorizos en los puestos de mando, que no nos fiamos ni un pelo de ellos. Y ahora nos vienen con la transparencia, que no haría falta si hubiesen sido leales.


Nos han mentido tanto que ahora es igual que nos aireen sus declaraciones de las rentas, sus fincas rústicas y urbanas, sus semovientes, sus úlceras y sus hemorroides. No nos fiamos de ellos ni aunque se pongan en cruz.


Triste sino para un país tener que vivir en la desconfianza perpetua con la gente que, en teoría constitucional, se presta voluntariamente a servirnos. Pero no hay que desesperar. Las bondades del sistema democrático permiten que, como digo arriba, los mandemos, con todo respeto, con sus santas madres, que en lenguaje político quiere decir no votarlos.

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