Desencanto

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Me ha producido gran decepción el comportamiento de la presidenta de la Junta de Andalucía en relación al problema de los okupas que se autotitulan    “La Corrala Utopía”, un grupo integrado en principio por treinta y seis familias que con la clásica patada en la puerta penetraron en viviendas ajenas y se han mantenido en ellas durante casi dos años, contraviniendo con su conducta un derecho básico en todo régimen democrático: la propiedad. Desahuciados pero no en situación de riesgo de exclusión en su gran mayoría, el número de los moradores ha oscilado a través de ese bienio, disminuyendo a 22 y quedando finalmente reducido a 17 cuando produjo su expulsión por orden judicial.


Dicho desalojo fue el origen de una discordia inesperada entre los dos grupos de gobierno de la Junta, PSOE e IUCA, a cuenta de una medida dictada por la consejera de Fomento y Vivienda, Elena Cortés, de la última adscripción, quien decidió por su cuenta proceder a su realojo en VPO, lo cual significaba saltarse a la torera las listas de espera municipales integradas por más de doce mil peticionarios. En esta tesitura, Susana Díaz se siente soslayada y reacciona en forma drástica, dictando un decreto de suspensión de las atribuciones de la consejera en materia de Vivienda. Se precipita así una crisis que amenaza con la fractura del bipartito. Las reuniones de los dos grupos del gobierno andaluz se prolongan 24 horas, hasta alcanzar un acuerdo por el que se revocaba el decreto presidencial, concediendo el alojo a 8 familias que deberían además ser valoradas por los servicios sociales municipales. Elena Cortés se mantiene en su puesto, pese a su conducta rayana en la prevaricación, y todo parece quedar como si no hubiera ocurrido nada. Al menos, esto es lo que se dice en la Junta. El ulterior análisis del Ayuntamiento sevillano sólo ha incluido en sus listas a dos personas que cumplían los requisitos exigibles.


La verdad es que el gobierno de izquierdas ha quedado dañado. Si la ruptura finalmente no se ha consumado probablemente se debe a que Susana no ha visto claro su porvenir ante unas inmediatas elecciones, pero eso debería haberlo previsto con anticipación. Que no se haya producido la destitución de la consejera es simplemente una confesión de debilidad. Es también posible que desde Ferraz se le haya aconsejado el retroceso.


Susana Díaz había iniciado su gestión al frente de la Junta con discursos bastante convincentes, en los pregonaba al menos dos ideas merecedoras de elogio: su propósito de luchar contra la corrupción galopante que nos asfixia, y la defensa de la unidad de España. Eso le granjeó un plus de confianza no sólo entre sus correligionarios, sino en la ciudadanía en general. Pero sus palabras parecen desvanecerse, pierden todo su valor cuando se comprueba que no van acompañadas de medidas concordantes y efectivas.


Con un régimen que lleva treinta años de vigencia, Andalucía sigue a la cola de Europa, con un paro inasumible y una corrupción insuperable. Ahora se ha conocido la defraudación de otros dos mil millones de euros a cuenta de los cursos de formación. Que Dios nos asista.

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