Defección en la España catalana

El libre conocimiento y experiencia nos dice que no hay gobierno que pueda conservarse a la larga, contra la afección y los sentimientos de los pueblos.

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Primero me enseñaron lo que no debía hacer, cuando me di cuenta que se secaba mi imaginación, entonces, y sólo entonces, empecé a comprender. La virtualidad de las cosas proviene del conocimiento y no de la autoridad (ley), la autoridad cuida del orden y limita la creatividad. La ética no es la enseñanza de lo bueno, sino la claridad y rectitud en el pensar y el actuar.

La experiencia es un condicionamiento reflexivo de duda, el análisis de la realidad dota de juicio a la experiencia. La experiencia bruta es una acumulación de buenos y malos recuerdos; si no la comprendemos, nuestro pensamiento carece de base y su fundamento está sometido a confusas tentaciones. La libertad es un espejo donde nos observamos sin ningún tipo de condicionamiento. Cataluña ha enseñado la libertad de elegir, habría que decir entonces que la libertad que se enseña no es libertad.

Los catalanes necesitan de la auto-expansión, lo difícil es comprender su anhelo y estamos en la obligación de hacerlo. La idea de la auto-expansión se ha convertido en una lucha de ideas  separativas, que llevan consigo el error del independentismo. El camino emprendido es la destrucción fragmentaria para llegar a una imposible solución, que es el camino contrario al que debe recorrer el pensamiento político de concordia, claro que pensar, supone esfuerzo en el pensar; pero primero me enseñaron lo que no debía hacer.

Ver el problema desde la periferia es la negación de la causa principal del mismo, lo importante es comprender qué es lo que origina su condicionamiento. Las sociedades que son incapaces de prever sus grandes conflictos e introducen justificaciones en sentido de condenas, están abocadas a su desintegración. ¿Por qué desgarrar a la sociedad catalana de Europa? ¿Es eso la política?

Debemos mirar los hechos a través del legítimo deseo de autoctonía de los recursos propios en decisiones políticas. La sociedad es aquello que somos, el estado es lo que debemos ser, cuando convertimos la sociedad que no somos en estado, el mismo problema reiteradamente combate contra la solución.

Las colectividades a las que llamamos pueblos, las unen o las separan las instituciones que dicen formar las naciones. Debemos caminar pasitamente para una nueva reorganización de España, antes que el tardígrado de la política derive en un arcano indescifrable. Pequeñas reformas juegan en contra de la idea de reforma. El problema de España no es que existan muchos conservadores, lo que existe es mucho instinto de conservación política, el peligro es ese instinto y las ingenuidades del mismo. La política se nutre del tipo medio de ciudadano, mientras no reformemos la sociedad (la educación), malos vientos correrán en la política.

La salud de una sociedad posee una doble perspectiva: estabilidad y movilidad; pero no son amigas de las frivolidades. Los catalanes están deshaciendo su gran historia social, por otra parte, la política nacional se hace con más afectos para Madrid, lo dijo Ortega y Gasset. Necesitamos una Constitución dinámica que enriquezca a cada una de las partes de España. Mientras no se adquiera conciencia histórica (sin miedos) de lo que pueden ser las autonomías para la unidad nacional (patriotismo de solidaridad de los pueblos), España no será una unidad política en donde tengamos todos  asientos. El libre conocimiento y experiencia nos dice que no hay gobierno que pueda conservarse a la larga, contra la afección y los sentimientos de los pueblos.

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