El cambio social

Cuando el sentimiento político es incapaz de racionalizarse, el prejuicio del caos es uno de los ingredientes de las ideologías hostiles.

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Las personas desinteresadas por la política carecen de ideas claras de la organización de la convivencia social e influyen negativamente en el ejercicio del poder político en una sociedad en crisis. Los movimientos rupturistas son determinantes en la función catalizadora del cambio social, su pensamiento político no es siempre objetivo sobre las reglas del juego, alegan legitimidad de fondo, para utilizar una la legitimidad de forma que representativamente no les pertenecen.

El sentimiento de en-sí (opacidad bruta del ser) de la conciencia sentimental es un sentimiento interrumpido de la verdad para llegar al sí-mismo (ser conscientemente de su propio fundamento o pura conciencia), que lo racionaliza. Cuando el sentimiento político es incapaz de racionalizarse, el prejuicio del caos es uno de los ingredientes de las ideologías hostiles (la conciencia se niega a sí misma como conciencia desorganizada y pluralizada). Los ciudadanos siguen sus sentimientos, aunque les complace imaginar que usan la razón. Los humanos desean configurar el pasado como historia vivida, es una justificación tediosa de una realidad  propia de las carencias culturales de las masas, el ideologismo es gravemente incitador, cristaliza en consignas popularizadas  e hipótesis intangibles, sin detalles de ideas o pretensiones, y se manifiesta con actos de fuerzas; cuando se hace intenso y sostenido junto a otros  factores de propaganda y tensión social, generan conflictos irreparables para la sociedad.

El beneficio de la reflexión radica en el reconocimiento continuo de los errores; la excesiva confianza en lo peculiar es una falta de respeto a los demás, fruto de la ambición política. La realidad expresada, me llevaría a pensar en la ironía de que: si en las manifestaciones regalasen libros en vez de panfletos, las plazas públicas se vaciarían de militantes. El mito de la solución social de masas, cuando el político se auto-engaña, convenciéndose de que la resolución del problema está en el propio mito o en el grito de la colectividad, nos llevaría a la causalidad de la negación de lo que se aboga; es  el curanderismo político de la ingenuidad.

La actitud humana de la opinión, que detesta la rigidez de la certeza inmediata y rechaza la posesión de la verdad por naturaleza única, invita a plantear  las  posibilidades de lo enunciado y sus consecuencias; ni excluye su contraria, ni es razón definitiva. El elegante escepticismo de la construcción del diálogo que abre camino en capacidad de entendimiento y solución, por medio del pensamiento para la evidencia final y común. La opinión es una actitud analítica y afectiva de un acto de interrelación. Un instrumento político de conocimiento, afecto, voluntad e integración.

El parlamentarismo representativo, legítimo en el fondo, basado en el diálogo de las opiniones y en las formas legitimas de las normas, constituye el noble encuentro de lo público sobre el bien público, para el debate sereno de opiniones con contenido de ideas, fuera del desahogo estéril de las masas aleccionadas. Frente a la ruptura, el movimiento de la crítica estructurada con espíritu flexible. Konstantin Stanislavki, en su pedagogía de formación nos dice que el actor en su puesta en escena debe llegar a un sentimiento interior sincero y actuar con rigor, veracidad y autenticidad. La revisión crítica de la Constitución debe garantizar, un principio de cambio que asegure nuevas conquistas sociales con el esfuerzo constructivo de todos los implicados.

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