Fragilidad humana

Yo, que no soy nada ni nadie, en ella (la justicia), veo la grandeza de las personas públicas que con sus bondades contribuyen a la vida de los otros.

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La vida no es un paso por el tiempo, el mundo es una mutación constante. Los seres humanos han nacido para la felicidad, aunque las circunstancias demuestren lo contrario. Nadie vive otra vida que la que pierde en cada momento que no vive - fragilidad humana -. En el arco del tiempo, explosión de continuas generaciones, cada vida será un recuerdo olvidado - sein zum Tode – (somos para la muerte); asentado en el valor impersonal de la distancia, por propia lógica esencial se deberían evitar las cosas inútiles de esta sociedad endémica. Los pueblos que pierden todo y a los que sólo les queda la vida de sus habitantes, si sus dirigentes les hacen sentirse extraños en su propia tierra, es cuando la inacción de la sociedad, de las naciones, refleja la miseria de la naturaleza humana.

La poquedad humana es una concatenación de ideas apoyadas en sonidos huecos, desvía los asuntos de la responsabilidad, al significado del todo y nada. El destino individual de un nuevo daimón sin consecuente de causalidad, “yo no pienso, pero existo”, o lo que llama el pueblo “cultura popular”, que no es una manera de entender bien las cosas.

La cultura popular siempre posee un propósito estético, aunque este sea a veces mínimo, ella no es un objeto de placer con carácter mayoritario. Son las minorías cultas que viven en la soledad del olvido las que transforman la sociedad, para que luego las grandes élites de la ignorancia las manchen y las mayorías gregarias las enturbien aún más con su militancia.

La personalidad de un pueblo se dibuja con conductas sin panegíricos (cantos de éxitos o alabanzas). La realidad se construye con la fuerza de los principios, experimentados en vivencias cotidianas. Una visión coherente a la misión social de la vida. Ahora sobre nuevos acentos de la realidad; sin atenuar la eficacia maestra de la inteligencia (aprendizaje conceptual por razonamiento),se llevan a cabo en el “sentido debido” de las cosas la verdad de-lo-que-es, despojada de toda irreflexión; como diría Heidegger, lo que nos hace “Ser en el mundo”, que con la voluntad (disciplina del uno-mismo) se convierte en sabiduría, fundamento último del conocimiento de las personas; alejada del sentido común (aprendizaje por repetición y tropiezo) que nos hace caer dos veces sobre la misma piedra.

Aprender es participar muy directamente en los asuntos propios de la sociedad, la existencia adquiere distinto relieve y presta gracia y belleza a lo que acontece en la vida; muestra que la verdad no está fundada en la ambigüedad de la intuición.

El poder económico bifurca las condiciones sociales en dos grandes caminos: La vulnerabilidad humana, expresión de noble sentimiento o cualidad que define  a la persona de bien; junto al estallido siniestro de la fría violencia de la riqueza de los “pantarcas” que no asumen la política civilizadora de los nuevos tiempos.

La cruel libertad del libertador sumido en la calamidad de su inquietud, cuando las ideas de los otros no se adaptan a sus deseos, amordaza la historia en la batalla imaginaria de los centauros, es la amenaza a la verdadera libertad.

En el ahora, la fragilidad humana necesita de la sobre-conciencia de la justicia universal, ese abrazo sólido e interminable que facilite desde la raíz el cauce sereno de la ilusión diaria de los ciudadanos de este mundo. Yo, que no soy nada ni nadie, en ella (la justicia), veo la grandeza de las personas públicas que con sus bondades contribuyen a la vida de los otros. Hacen vida del tiempo.

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