La persona libre decide por sí misma lo que quiere ser y hacer en su vida, la educación la dota de conciencia; la sociedad debería permitir tanta libertad individual como fuera posible. En las sociedades dominantes, la educación forma parte de su dominio político, donde el sentido de la obediencia –unidimensional – no se busca en el valor de la persona; obediencia acrítica y anti-histórica. Hoy día, la historia – matriz de la vida – camina hacia la autonomía y la responsabilidad personal.
Cada persona es libre de aceptar cualquier idea de la naturaleza humana. La descripción conceptual del diagnóstico que indique la causa fundamental tiene implicaciones en su forma de vida. El trasfondo se materializa acerca de la persona y su lugar en el mundo; a tal efecto decir que el filósofo danés Kierkegaard distingue tres caminos en la capacidad de elegir de las personas: el estético, el ético y el religioso. Encontrar un significado en término únicamente humano, en base a unos valores universales y una vida social autentica –como instrumento de reflexión -, es el fundamento de la libertad desde la óptica política. La afirmación central es la libertad humana y su poder de decisión política.
La política exige de una renovada ilusión por la libertad. Persuadirnos – a nosotros mismos - de que no somos libre para evitar tomar decisiones, como si no fuéramos conscientes de las situaciones, es un ejercicio de auto-represión en una sociedad democrática, la elusividad del yo es la antítesis de la libertad. La autenticidad como persona es que cada uno de nosotros con plena conciencia determine libremente una elección, aceptando la responsabilidad que se ostenta como ciudadano. También la libertad consciente de no elegir representa una extensión de su responsabilidad. Eres libre, en consecuencia eliges o no eliges.
La peculiaridad de la naturaleza humana impulsa, a veces, a conductas irrazonables, a los seres razonables; y pone de manifiesto acciones impropias de las personas fuera del sentido de la dignidad humana o control de ellos mismos. Dichas conductas se agravan entre grupos humanos en ambientes pasionales, por inhibición de la moral individual. En dichos casos la razón es impotente por sí sola, para ello la sociedad impone los límites de las libertades políticas. Los valores universales son las causas que pueden mejorar la confianza entre grupos y recuperar el control social de la racionalidad humana generando nuevos horizontes de una política basada en la condición humana y en las relaciones sociales de convivencia.
En una jornada de reflexión, los valores políticos desde una visión general son: claridad en la intensión personal del voto para que la decisión sea consistente, coherencia con la jerarquía de valores de uno mismo, sensibilidad con las situaciones de nuestros semejantes y responsabilidad con las finalidades políticas de una sociedad libre y democrática. Las elecciones ponen de manifiesto la libre voluntad del ciudadano, pero a la vez reflejan el triunfo o el fracaso de la condición humana y su racionalidad. En el hecho de la reflexión, nos damos cuenta que existe una riqueza interior que brota de la conciencia y desea un mundo mejor.
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