El valor de la eficiencia política

Los movimientos jóvenes han de hacer un esfuerzo de inercia para refrenar su espíritu vertiginoso y adquirir la velocidad necesaria.

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L a virtud del poder es la eficiencia política. El poder revestido de engaño carece de autoridad que es aquello que define al mismo. Los partidos políticos son proyectos de efectividad. Para hablar de política no se necesita forzar la voz, la política se manifiesta en la voluntad de pretender un fin concreto, las palabras ciertas son las que le dan significado a la locución, tienen carácter discriminatorio, de ellas se deduce la condicionalidad: oscuridad  o luminosidad.

La política basada en el error del compañero o adversario es vivir en un mundo agitado carente de todo sentido. Hay que sujetar las decisiones a la continuidad y el trabajo, pues es lo que lleva al progreso social, evitar el alboroto. No se puede construir nada sobre lo que cambia constantemente de dirección, se necesitan actitudes firmes y bien definidas, la debilidad del escándalo es propia de seres impotentes que denotan falta de dominio para la toma de grandes decisiones, fruto de una baja condición política. Pensar que: “Al errar se pierden todos los  derechos” es una noción indeleble bajo la cual se esconde una manera de totalitarismo. El error forma parte de la vida y de la imperfección de la persona, contrariamente al dolo que ataca a la dignidad de los demás y representa la corrupción del ser humano. Las políticas bruscas y represivas, sin otro fin que el error del contrario, suponen una visión perversa de la misma.

La política como unidad da valor absoluto a la paz, consecuencia del orden social y la estabilidad económica. En política la relatividad respecto al espacio político – izquierda o derecha -, es también relatividad natural respecto a la diversidad de pensamiento social a lo largo del tiempo. Y ello dimana de la comentada imperfección humana y su pluralidad de opciones. Entender este doble juego político como algo perturbador es carecer de todo juicio de prudencia, una ligereza intelectual. Es bueno confrontar las posiciones del adversario y hasta denunciar sus errores graves, pero la finalidad de la política consiste en limar asperezas y caminar hacia políticas comunes expansivas.

La política ha de considerarse como peso social. Cuando envolvemos en nube sombría cualquier forma de acción política para desprestigiar a cualquier fuerza rival con gran peso político, sin ni siquiera conocer su carácter experimental, rompemos la grandeza de la armonía social. Lo que estamos poniendo en evidencia es nuestra incapacidad para aceptar las ideas de los otros. El concepto de la política es mucho más amplio que el de una simple opción, abarca a toda una sociedad y es cambiante en los lugares, periodos y, por supuesto, en orden generacional. Los movimientos jóvenes han de hacer un esfuerzo de inercia para refrenar su espíritu vertiginoso y adquirir la velocidad necesaria, las generaciones experimentadas de supuesta mayor preparación política han de hacer gala de serenidad, y ambos seguros el uno del otro, han de acercarse en un profundo dialogo y adquirir el ritmo que esta sociedad necesita a la multitud de problemas en diáfana secularidad – ser y saber ser responsable de lo que acontece -. El sólo acercamiento será la mitad del éxito, la voluntad de entendimiento hacia la razón política de unidad su finalidad fundamental. Las políticas de representación y participación dan coherencia a las políticas expansivas.

A la hora de hacer política debemos considerar el peso social de cada fuerza política, hace un esfuerzo por unificar criterios y no basar las acciones en buscar el error del contrario. El valor político de la eficiencia en los acuerdos o pactos  facilitan los logros que toda política debe alcanzar.

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