La casta es lo mejor del individuo, es sinónimo de puro, la buena línea de descendencia. La castidad es una virtud moderativa que se transfiere a las cosas no corrompidas, a las personas ávidas en ideas y legales en sus comportamientos, por consiguiente, forman una familia con casta. La casta está en la naturaleza individual de la persona, en el conjunto de aptitudes de la misma y en la predisposición al ejercicio intelectual de su libertad. La política forma casta cuando las fuerzas del grupo no operan contra la naturaleza y libertad de las personas.
La autoridad en un partido forma casta cuando no someten a un régimen severo a sus militantes o a conductas disciplinarias que determinen influencias socializadoras inadecuadas. Las ideologías no forman castas cuando al marcar el carácter colectivista de los grupos, crean mitos o grandezas sobre principios históricos alejados de la realidad presente o tratan de subvertir la historia. Los partidos institucionalizados no forman castas cuando conservan su identidad de origen a pesar de los cambios de la vida y conciben las conductas de sus militantes como una función de las estructura del partido. La lealtad de los militantes no forma casta cuando la mascara transparente del pintoresco anonimato del servicio al partido o el estoy preparado para lo que requiera el partido es parte de la programación moral interna o dogma laico. Entender la casta como algo innoble es una suposición contradictoria en sí misma.
En la política, existe la necesidad de redefinir organizaciones abiertas con una educabilidad de base constructiva y no sobre normas de oscuras obligatoriedad o confusos intereses, donde las ideas sólo pueden introducirse cuando son interpretaciones fieles a las creencias del partido. Es el resultado de unos sistemas educativos basados en el “deber ser” y no en el “ser”, en un represivo “deber hacer” de lo obligatorio, frente al expresivo “hacer” de lo espontaneo. La moral impuesta no es moral, y con ello, no queremos infravalorar la necesidad de la misma; sólo queremos reflejar su paradigma. Grave error de la escuela que en su psicopedagogía de formación, esté basada en seres homogéneos y no diferentes, en el espejo social. El ”yo-soy-como-el-otro-me-ve”, y no como el “yo-soy-como-creo-que-soy”, por lo que hago y como lo hago; luego, “vivo-lo-que-soy” y “siento-lo-que-vivo”.
¿Cuándo vamos alejarnos de una psicología comparativa de unos seres que no son comparables? la comparación es el principio de la discriminación, las personas no son comparables sino únicas. En la educación para la eficiencia, es el alumno/a quien evalúa al profesor fundamentalmente, y es el profesor el que combate los fundamentos a través de informes motivados. Todos los niños/as son por naturaleza creativos/as y la motivación la forman en su niñez. Se hace necesaria una docencia cuya ayuda estimule la conciencia del niño/a a través de trabajos diferentes y atractivos para su interés. La niñez es la etapa de la vida donde la persona manifiesta mayor responsabilidad sobre un mundo mágico que los adultos no saben describir. La sociedad debe crear una escuela ilusionante para su felicidad. Un niño/a dichoso/a es un futuro adulto que amará la libertad y no se someterá a normas políticas que le impida el desarrollo de la misma. Una persona con casta.
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