Las ideas sirven de puente entre la realidad y la racionalidad, el grado en que se utilicen pueden tener efectos beneficiosos o perniciosos. El ideal, o las buenas formas de actuación ante determinadas situaciones, pueden ser posibles motivos de soluciones a la problemática que vivimos. Las ideologías tratan de ser a-racionales unas con otras. La a-racionalidad política es incapaz de llevar a cabo un proyecto común desde las diferentes libertades de opción o pluralidad social. ¿Por qué? La política actual, de los grandes partidos, se ha convertido en un juego de contrario que nunca pactan. Estableciendo entre sí limites implacables, donde todas las técnicas valen, hasta las más insólitas para justificar las diferencias. En las teorías políticas se encuentran históricamente las grandes preocupaciones de las sociedades, la primera de ellas, una cooperación pacífica entre todas las personas y pueblos de la tierra; lo que supone que las ideas enlacen entre sí y que tengan la consistencia adecuada como propiedad elemental en la convivencia social. Las formas políticas nacen sobre la participación y la adhesión a las ideas. De nada vale las aportaciones teóricas del pensamiento político si no situamos las ideas en un contexto histórico y sobre unos hechos concretos. El apego a las ideas políticas y a sus proclamas como ataque destructivo a los referentes del adversario supone una ruptura a la lógica sociológica del pensamiento político.
En tiempos de crisis, la realidad se hace delicada, se teme a la huída del voto; por lo general, las medidas para tratar de paliar sus efectos son un fracaso, pues se administran con oportunidad y tacto; esa lentitud provoca, a veces, mayor crisis. La oposición trata de crear tormentas excesivas en provecho propio. En nuestro panorama político los dos grandes partidos han acabado como en el “rosario de la aurora”, ambos tocados. El surrealismo político que cada cual posee, con estilo propio, es en cierto modo, un tema delicado pues pone en peligro la coherencia de los personajes que lo practican y a la ciudadanía que representan.
El idealismo trata de armonizar lo real con lo ideal, lo que es con lo que debiera ser, creyendo convencer de que lo que debiera ser es, como un mundo perfecto alcanzable y no imaginario. El idealismo es alentador si lo que trata de exponer lo hace en clave de mejoría y es terapéutico en su actitud correctiva cuando confrontar la realidad con sus resortes se convierte en un ideal moral. No obstante, posee un doble discurso dialéctico, apela unas veces a los sentimientos, otras a la racionalidad.
En política hay una máxima recurrente que es situar al ciudadano simpatizante en un plano superior de conocimiento al personaje político opositor, por lo tanto los discursos, como acciones pragmáticas de los actores políticos, son imposibles de llevarlos a la práctica. Lo que se diga va a retratar al personaje en cuestión; por lo tanto, deben los mensajes estar en el no-decir, vacíos de contenidos, lo que diría Heidegger: “la falacia que supone la aplicación de la generalización a lo concreto”. Si el discurso es contrario a la lógica común, ¿Cómo hacerlo creíble? Destruyendo los argumentos del adversario. Esa anormalidad en el contenido dialectico elimina la crítica seria. El discurso político sintético se pone en marcha a consecuencia de algo que va hacer el otro, en términos de una dejación de funciones de su actividad pública, una vez que el otro haya alcanzado el poder. El personaje, en su representación cómica, seguro de sí mismo a pesar de su radical ambigüedad y extremada sutileza, pretende llevar a cabo el cometido deseado, por lo que pide el apoyo de los asistentes. (?). El contenido de su tesis es la antitesis.
Cuando la política se convierte en arte publicitario y cada mañana hay que domar la mascara interna, la relación de personajes espantosamente vacíos hacen que las ideas políticas pierdan su verdadero sentido. La consecuencia de ello es: que lo que llamamos “utopía” está a la vuelta de la esquina en todas sus dimensiones, incluida la ética, la que contribuye al proceso democrático.
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