A los cuatro años ya leía y a los 13 comenzó a escribir. Al ver que las ideas fluían, se hizo la pregunta del millón de por qué no dedicarse a la escritura y como ella mismo misma planteó la cuestión, también se la contestó: “Por probar no pierdo nada”. Así, entre inspiración y valentía comenzó la carrera literaria de Ángela Bonilla que con 18 años alcanza su tercera novela con la que aspira a tener el mismo éxito que con sus primeras criaturas: ‘Amnesia’ y ‘Realidad’. Dos libros que publicó con 15 años y ella misma, ayudada por sus padres, se encargó de distribuir porque la editorial Círculo rojo, que se encargó de sus primeros títulos, tenía como condición la autodistribución. Más tarde se cruzó en el camino la editorial onubense Apuleyo que le reeditó y distribuyó, a nivel nacional y no sólo andaluz, las dos novelas tituladas con conceptos tan aplastantes que introducen a sendas “historias de autoayuda pero no autobiográficas”. Gracias a esos dos ejemplares se ha convertido en una de las autoras más vendidas en últimas ediciones de la Feria del Libro de Sevilla.
De la mano de La Dama de la Rosa se adentra en un mundo de misterio y fantasía en el que lo mágico y la ficción hacen de sostén de thriller ambientado a mediados del siglo XIX en una isla inventada entre la costa norte de Francia y el sur de Inglaterra. Una sucesión de tramas y subtramas con las que la joven sevillana se introduce en el género de la novela negra inspirada por su admirada Agatha Christie. En esta tercera creación que presenta mañana en Málaga siente que ha evolucionado mucho, “hay madurez”. “No es lo mismo tener 15 años que tener 18, porque sin haber mucha diferencia de edad vives muchas cosas diferentes y muchas experiencias nuevas. Sigues escribiendo, sigues leyendo, vas adquiriendo técnicas y quieres ser mucho más perfeccionista”.
Ya está trabajando en su cuarta novela pero no será hasta después de los exámenes de febrero cuando se centre más en ella. Sí, porque también es universitaria y realiza estudios de psicología y criminología en la universidad Loyola de Sevilla. Ambas disciplinas, además de ser sus otras vocaciones, le sirven para abocetar de forma más certera los perfiles psicológicos y criminales de sus personajes. Si de su perfil se trata, sonríe medrosamente al reconocer que su timidez le hace intentar pasar desapercibida cuando se siente reconocida por la calle. Ahora, entre pasillos de facultad, crímenes y folio en blanco otra nueva pregunta lapidaria asalta su inquietud: ¿dedicarse a la carrera o a la literatura? “No lo tengo claro aunque es cierto que lo pienso mucho. Tanto lo que estudio como lo que hago me acompañarán siempre”.
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