Cuando todo sale mal, cuando las cosas no funcionan, seguramente, es culpa de casi todos, y así está ocurriendo en el Recreativo de Huelva, cuyos jugadores no son capaces de dar la talla semana tras semana sobre el césped, pero cuyo entrenador, que debe poner orden, no es capaz no ya de solucionar los cada día más graves problemas del equipo, sino que no da sensación alguna de que pueda hacer algo por remediar tanta calamidad. Y por encima de ellos, una directiva a la que le ha fallado planificación y gestión. Lo peor es que cada vez son más los síntomas de debilidad que presenta el Decano, cuando estamos a siete semanas para acabar y no se han aprovechado las oportunidades, al tiempo que se transmite la sensación de que no habrá fuerzas ni para mantenerse en puestos de liguilla de ascenso. Si, además de todo eso, se ofrece la penosa imagen ofrecida ayer, sin fútbol, sin garra, sin espíritu, el divorcio entre afición y técnicos y jugadores es cada vez mayor, lógicamente, y abre una brecha cada jornada más profunda. Porque además, de todas las derrotas del Recre este año, hasta seis han sido ante su público, lo que explica el cabreo y los silbidos en la grada del Colombino. El equipo va a la deriva, no sabemos qué tanto por ciento de influencia tiene el hecho de los retrasos en el pago, pero la cosa pinta mal, muy mal, en un enfermo cuyo mal no acaba de hacer crisis para curarse.
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