Una cosa es segura en el Betis desde que aquel mes de agosto arrancara la actual temporada que acabará dando con los huesos del conjunto verdiblanco en Segunda.
Y es que las estadísticas de los tres entrenadores que han ocupado el banquillo bético a lo largo de esta campaña (al margen de una penosa planificación deportiva) demuestran el bajo rendimiento de los técnicos en un desastroso año para olvidar.
Primero fue Pepe Mel, cuya nefasta racha de dos puntos sumados de 24 posibles y 10 puntos en total en las quince jornadas disputadas hasta el día de su destitución, acabaron con la confianza mostrada por la directiva; si bien el remedio, terminó siendo peor que la enfermedad.
La marcha del técnico madrileño; que además supuso una fractura social importante dentro del beticismo, antecedió a la llegada de Juan Carlos Garrido en diciembre.
La mano de Bosch Valero, quien seleccionó unilateralmente al valenciano, no pudo ser más perjudicial y a la postre definitivo. Un sólo empate frente al Valladolid y cuatro derrotas en Liga, acumulando un punto de quince y poniéndose a la afición en contra, acabaron con el segundo entrenador que pasaba por el Villamarín, en la calle.
Gaby Calderón se hacía con las riendas del Betis a finales de enero y cogiendo al club de Heliópolis a ocho puntos de la salvación, ahora lo tiene a diez; incluso mejorando los números de Mel en cuanto a puntuación se refiere. Lo dicho, una auténtica verbena.
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