Ya no alistan. Ahora atontan

Merkel, Rajoy, Hollande, Obama... A ninguno de ellos les importa un carajo los muertos de las guerras de ninguna parte del mundo.

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Echar cojones. Eso es lo que más he leído en las últimas 48 horas en las redes sociales, lo que más he escuchado en las calles, en las conversaciones. Cortarles los huevos a los terroristas -se supone que a los que están vivos, pero a ver cómo los encuentran- y así, a bulto, a todos los del Estado Islámico, moros de mierda, criminales y asesinos.

Desde la distancia y la solidaridad con los franceses, por supuesto, banderas tricolor en los perfiles de las redes sociales. Todos somos franceses como todos fuimos Charlie cuando aquello ocurrió o cuando volvió a ocurrir en un homenaje a la revista.

No tengo nada en contra de esa rabia desatada. Antes bien, es buena. Siempre es bueno desahogarse si es gritanto y profiriendo juramentos, no intentando quemar mezquitas como lo han intentado algunos o criminalizando a todo el que tenga pinta de ser lo que luego resulta no ser.

Lo que no he escuchado es una sola palabra de autocrítica, de reconocimiento de dónde estamos y por qué estamos aquí. Cómo hemos llegado a esto y cómo lo hemos consentido, por pasiva siempre, pendientes de otros detalles de la vida cotidiana de los que nos sacan sólo el ruido atronador de las bombas, el olor de la sangre que mañana puede ser la de cualquiera. Entonces despertamos y nos desahogamos a gusto, a grito pelado, a pataleta sobre el ordenador, con improperios donde nos pesque.

He leído de todo, incluido el comunicado de ese círculo de Podemos de un pueblo madrileño en el que cada vez que hablan infringen un daño terrible a los oídos de la gente bienpensante, además de un daño terrible a nuestra lengua. Porque ni escribir saben. Y he leído que no estamos en guerra, “a mí que no me alisten porque no quiero estar en ningún bando”. Idiotas. Ahora no alistan a nadie. Ahora atontan a todos. Y estamos en guerra, por activa y por pasiva, aunque la guerra ya no es lo que era y ese es el error de un mundo que vive en unos valores que cada vez le valen menos para mantenerlos con vida. A los valores y a los ciudadanos.

Merkel, Rajoy, Hollande, Obama -¡oh, Obama!- y todos ellos han hablado. No nos vencerán. No caeremos ante el terror, no nos asustan, al final ganaremos la batalla, Europa se crece ante los ataques a sus valores... Palabras, palabras, palabras... Pero ninguna de autocrítica.

Todos esos nombres que encabezan el párrafo anterior no tienen derecho alguno a levantar la voz y mucho menos, a hacerlo en nombre de los ciudadanos de a pie. Todas esas frases que han salido en grandes titulares porque las dijeron aquellos personajes que son relevantes para los medios de comunicación, son palabras huecas, hipócritas, falsas... Y todas aquellas frases escritas en las redes sociales clamando justicia, gritando venganza, solidarizándose con las víctimas... son mentiras creídas a pie juntillas.

No hay autocrítica. No hay conciencia de que este mundo en el que vivimos lo están creando los de los grandes titulares, empeñados en los equilibrios geoestratégicos, en los intereses económicos. A ninguno de ellos les importa un carajo los muertos de las guerras de ninguna parte del mundo.

No hay conciencia de que la ciudadanía es pasiva con todos los dislates que se cometen para mayor gloria de los gobernantes y mayores ganancias para los únicos que sacan tajada de todo lo que ocurre. Y si no hay conciencia en una ciudadanía como la europea, que se supone de un nivel cultural aceptable, qué se puede esperar de la ciudadanía de los países de Oriente Medio donde los islamistas tienen el terreno abonado para engañar a suficientes como para poder exterminar al resto.

Todo es mentira. Las tropas europeas no van allí a exportar democracia porque la democracia no es exportable; ni a defender a las minorías masacradas por los islamistas ni a nada que no sea defender los intereses estratégicos de cada país o bloque. A los que dirigen a los islamistas también les importa un carajo Alá. Tienen sus intereses tan mundanos como los demás y la suficiente incultura alrededor para crear un ejército que se los defienda, igual que aquí tienen un ejército que lucha en las redes sociales contra el lucrativo negocio de la muerte.

Y nunca ganaremos. Ni ellos, ni nosotros. Porque todo es mentira. Hasta lo que he escrito es mentira. Vivimos en una realidad virtual creada a medida para estúpidos. Ya no alistan en las guerras. Ahora atontan.

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