Mil veces Izquierda Unida

Su gente nunca permitirá un líder único y onmipotente que cambie el programa, programa, programa de un día para otro.

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Nunca me han dolido prendas en manifestar mi admiración por Izquierda Unida, en buena parte porque es la única que mantiene determinadas prácticas y en otra porque los demás las han perdido irremisiblemente, aunque hablen de primarias, de secundarios, de la ESO y del Bachillerato.

Yo comencé a ser persona con una mijita de seso en los últimos años del franquismo y hasta tuve la ocurrencia de tirar octavillas subversivas del Partido Comunista Internacional (PCI), lo que me llevaba varios días sin dormir bien esperando a que llegara a mi casa la Guardia Civil.

Corrí delante de los grises en las calles estrechas de Sevilla y asistí en mi pueblo natal, en Lebrija, al nacimiento del Sindicato de Obreros del Campo en un ambiente de teatro de vanguardia hecho por niños y niñas bien; de huelgas de jornaleros y mítines sobre un banco de la plaza de España; de manifestaciones prohibidas y de detenciones de miembros del Partido de los Trabajadores del España (PTE).

Con tales antecedentes, es normal que me guste lo que hacen y que me disgusten los que no lo hacen, que son los demás. Que añore su carácter asambleario pero ordenado y sus decisiones corales que aportan mucho más que las del ordeno y mando ya conocido por denostado y denostado por conocido: lejano, ausente de los problemas, en su pedestal de casta. Sí, casta, que yo lo decía antes de que lo dijera Podemos.

Tampoco niego que con los años he ido pasando de la izquierda radical, porque no me gustaba la izquierda radical, a una centralidad un tanto ilusa, porque no existe centro político más que el de los que no quieren saber de política, que deben ser mayoría cuando se los disputan todos los partidos. Y por eso de que no existe, posiblemente sea mejor que me autocatalogue -mejor lo hago yo a que lo hagan otros- como de derecha moderada, muy moderada, muy muy moderada. ¡Coño, que no parece ni derecha!

¿Y por qué lo digo ahora? Pues muy fácil. Porque en las últimas semanas estamos asistiendo a la transformación de una asamblea que se convirtió legalmente en un partido político, a un partido político con líder único, cuadro de mando de entera confianza, ideas que cambian de la noche a la mañana y constancia sin ningún género de duda de fraude electoral, antes y ahora, buscando sólo y exclusivamente el poder sin pagar peaje a la honestidad.

Ante ese panorama, ante un modelo tantas veces repetido en la Historia con finales tantas veces idénticos, prefiero a un partido asambleario o con margen para volver a serlo, porque su gente nunca permitirá un líder único y onmipotente que cambie el programa, programa, programa de un día para otro. Porque ellos sí son honestos. Aunque sean unos rojos equivocados.

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