Acento andaluz

Ni Susana Díaz ni el PSOE están muertos

En las últimas semanas, ha salvado nuevamente al Soldado Ryan gracias a su firmeza en el apoyo al Gobierno central...

Hay una máxima en política que los dirigentes y los periodistas no deben despreciar si quieren evitar errores de bulto en sus estrategias partidistas o en sus análisis o vaticinios profesionales: No den por muerto nunca a un político. Con la solemne rotundidad que le dan los trienios y la enorme responsabilidad que acumuló en un pasado relativamente reciente, un veterano socialista andaluz me dijo no hace mucho tiempo: “Un político no está muerto hasta que fallezca, incineres su cuerpo y repartas las cenizas por cinco enclaves bien alejados. Si no es así, puede resucitar cuando menos lo esperes”. Y me puso como ejemplo a Pedro Sánchez tras ganar las primarias del PSOE. Era un moribundo, no sólo tras su forzada dimisión en el infausto comité federal socialista de hace poco más de un año, sino por sus erráticas declaraciones en la suicida entrevista con Jordi Évole en la Sexta.

Tras su sorprendente victoria orgánica -que dejó en evidencia todos los cálculos políticos y los pronósticos periodísticos-, muchos dirigentes y aún más plumillas enterraron a Susana Díaz.Cinco meses después, no sólo no está muerta, sino que creo que ella ha ‘salvado’ al PSOE por segunda vez. Con todos sus errores de predicción y de actuación -que los tuvo-, la presidenta de la Junta y líder del PSOE andaluz evitó meses atrás las terceras elecciones generales que hubieran afianzado la mayoría del PP o, lo que es peor, un “Gobierno Frankestein” con Podemos, ERC y PDeCat. En las últimas semanas, ha salvado nuevamente al Soldado Ryan gracias a su firmeza en el apoyo al Gobierno central ante el desafío soberanista arrastrando a la cordura a un PSOE nacional inicialmente dubitativo por si en el calendario cabía una moción de censura con estos perversos socios. Vista la locura e irresponsabilidad delirante de JuntsPel Sí, es justo recordar que Díaz siempre alertó de la tragedia que hubiera significado un ejecutivo nacional sustentado por estos desalmados independentistas. Ella se opuso, consciente de que dejar gobernar al PP era el mal menor, a sabiendas de que el No es no,que con gran demagogia emplearon sus adversarios socialistas, le pasaría una enorme factura.

Con la perspectiva del tiempo y de la apocalíptica deriva soberanista, no estaría de más que algunos compañeros que le acusaron de traicionar al PSOE se disculparan con ella por evitar lo que hubiera sido la muerte del Partido Socialista: una alianza con Podemos claramente a la baja y los independentistas que esperemos que en Ferraz, por fin, hayan demonizado tras apoyar al Gobierno de Rajoy, por muy calamitoso que sea, en defensa del Estado de Derecho, la Constitución y la convivencia democrática.

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