Acento andaluz

Cuarteles de invierno

La pregunta que cabe hacerse es si cuando Susana Díaz afirma que ayudará se refiere a enterrar el hacha de guerra o a esgrimirle a Sánchez el acuerdo con Ciudadanos en Andalucía como espejo de proyección nacional

En el Reino de Invernalia, un lugar inhóspito que recrea la novela de fantasía Juego de Tronos –universalizada en la serie de televisión-, siempre azota el frío. Temen además que la llegada del verdadero invierno les someta a un escenario de zozobra y muerte a los que contribuyan también los caminantes blancos, criaturas legendarias terroríficas y letales. Del frío y de los caminantes blancos se han refugiado esta semana en los cuarteles de invierno los ‘impíos’ barones territoriales del PSOE.

Hay una regla que no está recogida en los estatutos orgánicos de esta formación, pero que está incrustada en el tuétano de sus militantes y cargos, aunque lo cierto es que no todos se aplican por igual. El ADN del Partido Socialista reza que tras la tempestad del debate y la discrepancia interna –como quedó patente en el Comité federal tras las grabaciones desveladas por la Cadena SER-, todos sin excepción, guste más o menos, deben cerrar filas en torno al líder. Así lo han escenificado los jefes de los distintos reinos. No ha sido necesario que nadie toque corneta para que los ‘díscolos’ barones hayan dado un paso atrás y hagan sordina sobre las negociaciones de su secretario general para intentar formar gobierno tras el mandato del Rey.

Pocos han hablado y si lo han hecho, como el caso de Susana Díaz, ha sido para mostrar ahora su apoyo a Pedro Sánchez. La líder del PSOE andaluz, contraria a un pacto con Podemos, cree que llegó el momento de ser “respetuosa” con la ronda de contactos y “ayudar” a sus compañeros porque, según exclama, España merece salir del actual bloqueo institucional del que culpa especialmente al presidente en funciones, Mariano Rajoy.

La pregunta que cabe hacerse es si cuando Susana Díaz afirma que ayudará se refiere a enterrar el hacha de guerra o a esgrimirle a Sánchez el acuerdo con Ciudadanos en Andalucía como espejo de proyección nacional para, de un lado, sortear el frío que desprende la última encuesta del CIS -que confirma el sorpasso de Podemos-, y, de otro, poder rechazar tajantemente la exclusividad –más propia de la vieja política que de la nueva- que le exige Pablo Iglesias, a quien Díaz abomina al percibirlo como un caminante blanco que ya fagocitó IU y que va camino de dinamitar también las entrañas del PSOE.

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