El gaditano absuelto por dar de comer a los gatos se defiende: "Más suciedad genera la gente"

Cada día, a las siete y media de la mañana, haga frío o calor, llueva o pegue fuerte el sol, Paco Lojo comienza con su rutina en el Campo del Sur.

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Cada día, a las siete y media de la mañana, haga frío o calor, llueva o pegue fuerte el sol, Paco Lojo comienza con su rutina en el Campo del Sur. En su moto y pertrechado convenientemente para el frío, este gaditano de 52 años recorre diferentes partes del Campo del Sur (amén de otras zonas de la ciudad) donde los gatos ya le están esperando. No sólo les procura comida y agua, sino que les apaña artesanalmente lugares en los que cobijarse, refugios en los que estos felinos puedan guarecerse del frío poniente que sopla en los bloques.

Hace un mes Paco se llevó el disgusto de ser denunciado por la Policía Local. El presunto delito, más que dar de comer a los gatos, es el de ensuciar la zona. La pasada semana la juez le absolvió. No encontró nada punible en su afición. Y es que en la labor diaria de Paco Lojo prima la limpieza. “Les doy de comer, pero luego lo recojo todo”, asegura.

El triunfo de Paco es el de los amantes de los animales. Como él hay alrededor de una docena de ciudadanos que demuestran su amor desinteresado por los felinos proporcionándoles no sólo comida, agua y refugio, también cuidados médicos llegado el caso.

Son personas que se preocupan por el bienestar de los felinos del Campo del Sur y que han llegado a hacerse amigos a fuerza de coincidir en sus acciones. Casi sin pretenderlo han acabado formando una red organizada que vela por la salud de los gatos que habitan esta parte tan típica de la ciudad.

Asociación en ciernes
Se llaman Olga, Nuria, Elsa, Aurora e Inma e integran el colectivo denominado Luchando por ellos. Están arreglando los papeles para constituirse en asociación. Nadie les obliga a hacerlo. Ningún organismo público les respalda. Pero su amor por los animales les ha llevado a unir sus fuerzas y coordinarse para atender a los pequeños habitantes del Campo del Sur. Paco Lojo también forma parte de esta red y de otras que hay en la ciudad realizando la mis ma labor.

Estas chicas, al igual que Paco y otros compañeros, se juegan el tipo deslizándose por los bloques del Campo del Sur. Los peligros son muchos. Rocas resbaladizas y residuos por todas partes. “Más ensucia la gente que los gatos”, destaca Paco Lojo defendiéndose de las acusaciones que la Policía Local les imputó. Sólo hace falta echar un vistazo para comprobarlo. “No creo que los gatos tiren botellas y latas”, destaca Paco.

“Nos hemos encontrado de todo al bajar ahí abajo”, afirma Olga, de Luchando por ellos. “Ahí baja la gente a hacer sus necesidades”, apostilla su compañera Elsa defendiendo su labor. Este grupo trabaja precisamente con la premisa de cuidar el medio ambiente. Por ello, no dudan en afirmar que están de acuerdo con que no hay que dejar basuras ni restos de comida en los bloques. “El problema es que hay gente mayor que trae espinas y comida normal y esto se ensucia”, afirma Olga.

Por este mismo motivo, la comida que se les deja a los gatos es un pienso específico, mucho más ecológico y limpio que los restos que deja la comida convencional.

Control de población y adopciones
“La gente sigue abandonando gatos”, afirma Elsa. Mientras esto ocurra, seguirá habiendo gatos de entre los bloques del Campo del Sur. “El fin es sacar la mayor cantidad posible de ellos fuera de los bloques”, señala Elsa. Gatos mayores, enfermos o crías cuya salud esté en peligro, pero sobre todo hembras, son los objetivos. La clave de sacar hembras de los bloques es para controlar la población y que ésta no se dispare. “Lo hacemos sobre todo en esta época, que no es de cría”, señala Olga.

Y su dinero y esfuerzo les cuesta. Descienden a los bloques para atrapar a unos felinos que no son precisamente fáciles de coger. A los más enfermos les procuran cuidados médicos. Trabajan con diversas casas de acogida en España y Europa. Incluso han llegado a mandar gatitos a México. Hace poco mandaron varios gatos enfermos y pequeños a Lérida. 200 euros les costó. De sus bolsillos. “Dejamos de comprar en las rebajas”, afirma Olga. Los donativos de los voluntarios hacen posible que estos felinos sean callejeros pero no estén abandon ados. Una labor responsable, desinteresada y muy poco reconocida.

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